Prosperina Villarroel Casanova

Una madre luchadora, trabajadora, inquieta y alegre

Nació en Puerto Montt, Chile, un 2 de mayo de 1944. Son cinco hermanos, todos nacidos en la Isla Grande de Tierra del Fuego, lo mismo que su mamá y su papá.

Prosperina tenía 24 años cuando llegó a Río Grande, en 1969. La familia, vino buscando un mejor pasar. Llegaron directo para la zona del frigorífico, en el actual barrio CAP. Su marido, consiguió trabajo enseguida.

Ella recuerda que vinieron en colectivo. Y desde Punta Arenas a San Sebastián hicieron el viaje en avión. Ya en San Sebastián, los fueron a buscar en auto. En el barrio CAP, alquilaron una casa a la familia Villarroel.

Ella trabajaba de empleada doméstica. Cruzaban el Río Grande en bote para ir a comprar víveres al pueblo. Si no, la opción era ir hasta el Puente Colgante, cuando la marea estaba muy alta.

Su compadre, don Alderete era el botero de la época. No está del todo segura, pero fueron entre 15 y 20 años los que vivieron en el CAP.

“Había un hotel, el de la Señora Mata -recuerda- había solo una calle. Un puesto de policía, y la escuela. Yo trabajaba para el señor Malena Recabal”.

Aunque tenían acceso a agua corriente, los inviernos eran muy duros: había mucha escarcha, y para atravesarlo se abastecían de leña de ante mano.

En ese entonces, ella tenía 3 hijos, Juan que hoy tiene 53 años, Lucía que hoy tiene 51 y Claudia.

Después de esa época, surge la oportunidad de mudarse a una casa del lado de Río Grande y la familia se pasa para el lado de la ciudad.

Vivian en la calle Irigoyen, y ahí, solo trabajaba su marido. Tenía entonces 44 años, y Prosperina vivía con su marido y 5 hijos. En total dio tuvo ocho hijos.

Ella, entonces hilaba para la Señora Viamonte, con lana cruda de oveja y telares grandes. Aprendió el oficio de su mamá, que le enseñó. Hacía carteras o bolsos que llevaban a vender a Europa.

De esos tiempos recuerda a vecinos como la familia Cantera. Llevaba a sus hijos al jardín caminando. Iban todos los días hasta Calesita Encantada. El agua, la tenían en tambores, afuera, al aire libre… y siempre la leña.

Se compraban ropa en tienda la capital, tiendas con ropa de gaucho, o lana. Antes la ropa se usaba todos los días, no andaban pensando en eso. También recuerda que era muy difícil lavar la ropa en esa época: buscar agua y calentarla. Cada tarea, era muy sacrificada.

Era caro acceder a la leña y solo había un señor viejito el Verde Ojeda, que pasaba cada semana, levantaba pedidos y después salía a repartir a los vecinos.

Siempre tenía que cocinar una buena olla de estofado o cazuela. Lo que fuera, siempre con ollas grandes.

Después de tantos años, Prosperina reconoce que es bastante temerosa de los terremotos, porque vivió en Chile una experiencia fea en 1970.

Se siente orgullosa de sus hijos, por el hecho de que todos son muy humildes y respetuosos. Remarca que nunca tuvo problemas con nadie por sus hijos, y que le gusta que sean así. Además, está orgullosa y agradecida de la vida, y a la ciudad de Río Grande.

Esta ciudad que cumple 100 años… “Le diría que siga creciendo, que la gente sea más buena, que hagamos a Río Grande más lindo todavía. Estoy muy agradecida con la ciudad…. Tenemos que salir adelante siempre”, sostiene.

Nunca se cuidó demasiado la salud. Cuando estaba embarazada, no se hacía controles médicos “solo iba al hospital para parir”, recuerda. Uno de sus hijos, nació en su casa, porque no llegó a tiempo al hospital.

A las mujeres de Río Grande les diría que estudien, que sigan una carrera, que sepan respetar y cuidarse.

A su mujer más joven, le diría que estudie y que aprenda alguna profesión.

Popys es una antigua pobladora con una familia numerosa. Con 10 hijos, nacidos y criados en esta tierra, se define como una luchadora. Trabajadora, inquieta, alegre y siempre sonriente. Le gustan mucho las joyas, y aun hoy, cuando cocina baila mientras escucha música.