Kathleen Malvina Hutt Coleman

Entre bordados, sus hijas y su gran amor, Benito

Kathleen nació en Punta Arenas, Chile. En Punta Arenas, Kathleen trabajaba en la compañía de teléfono de Chile y en cada receso por vacaciones venía a Río Grande a visitar a su hermana que vivía en la estancia Sarah.

En una de sus visitas, en un baile en el Club Social, conoció a Benito Fava. Durante más de un año se encontraron en Río Grande; en esos encuentros salían a caminar por las frías calles de la ciudad y en una de esas caminatas Benito le propuso casamiento. Se casaron en el año 1960 cuando Kathleen tenía 30 años.

Benito nació en Scilla, Reggio Calabria. Vino desde Italia en barco con su madre, como todos; escapando de la guerra. Era sastre, tanto de hombres y mujeres. Él quería venir a Río Grande porque tenía un tío y un hermano que lo estaban esperando. Su tío se llamaba Domingo Cacciola y su hermano Antonio Fava.

Kathleen recuerda que cuando se casó tuvo que volver a Punta Arenas para renunciar a su trabajo. En la empresa no querían que renunciara porque allí era jefa de personal y estaba a cargo de cincuenta mujeres.

Desde Punta Arenas trajo un baúl que aún conserva. Lo trajo lleno de cosas para iniciar su vida en Río Grande: sábanas, juegos de losas (todavía le queda algún plato); incluido su vestido de novia.

Cuando se iba a casar vino sola. Después vino su mamá. No tenían casa, pero Benito ya tenía la sastrería, entonces él le propuso agrandar la sastrería y luego casarse. Y eso hizo, agregó una pieza más y una cocina. Cuando nacieron sus hijas agrandaron esa habitación. No tenían gas ni agua, para calefaccionarse lo hacían con leña, así que salían a buscar leña para cortarla, ya que no vendían leña cortada; y para obtener agua tenían que entrar el agua con baldes de una canilla que estaba ubicada en el patio de calle Rosales al 500, enfrente de la escuela número 2. Tenían una quinta, gallinas y patos. Para los patos hizo un pozo y lo lleno de agua. Para ir al baño, iban afuera, el esposo de Kathleen hizo un baño afuera hasta que pudieron ponerlo adentro. En invierno era terrible por el frio. Para bañarse usaban un tacho, y para cuidar el agua, después de bañarse la usaban para limpiar. En esa casa nacieron sus hijas; en el año 1961 la primera y en 1964 nació la segunda hija.

Su esposo tenía una sastrería y le iba muy bien. Hacía ropa nueva para hombre, para mujer y vestidos de novia. Allí Kathleen empezó a ayudarle, ya que tenía conocimientos de costura y bordado de cuando asistió al Colegio María Auxiliadora. Recuerda que cuando hacían vestidos de novia tapaban toda la casa con sábanas porque no se podía tocar nada. Tenían muchos clientes ingleses que trabajaban en la empresa Tennessee.

El hospital del pueblo estaba en donde hoy se encuentra la margen sur, para urgencias se atendían en el hospital del B.I.M. 5, allí nació Patricia; su primera hija. Y Catalina, su segunda hija nació en la clínica del Dr. Luraguiz Kathleen recuerda que cuando se quedó internada en el batallón al otro día la despertó la diana del batallón.

Los paseos eran los domingos, salían al campo o a la playa. Preparaban todas sus cosas y salían a caminar. Una de las salidas era ir caminando hasta el Cabo Domingo, juntaban frutillas silvestres, hongos comestibles. Siempre dejando la puerta sin llave. En esas épocas estaba esa tranquilidad; en una oportunidad cuando volvían de un paseo se encontraron colgando en la puerta de la casa un cordero, regalo de un estanciero que había estado por el pueblo.

Recuerda a Río Grande de esa época por ejemplo que La Anónima estaba sobre la calle Av. San Martín y luego se mudó a calle Perito Moreno y Libertad, calle muy abajo, describe Kathleen; allí hacían sus compras. También compraban en el almacén del señor Glubich, se llamaba ¨Estrella del sur¨ era tipo almacén de ramos generales; estaba la carnicería de Raful, estaba el mercado de Maslov, y el almacén de Don Pedro; un señor mayor, yugoslavo, que vendían todo suelto.

Benito el esposo de Kathleen salía en bicicleta a cazar, cazaba conejos, avutardas; todo para comer. En esos días que salía a cazar conoce a Angela Loij. Angela hablaba bastante el castellano así que se entendieron enseguida y se hicieron amigos. La invitaban a comer y Angela compartía momentos con la familia. Hasta que la llevaron a Buenos Aires y no volvieron a saber de ella.

Recuerda que durante la guerra de Malvinas le llevaba pan casero una vez por semana, a las hermanas de la Capilla de la Virgen Niña, ya que ahí estaban soldados de la guerra, recuerda que eran muy jóvenes. A su esposo, como era sastre, personal del batallón le pidió que arreglara chalecos para los soldados que participaban de la guerra. Cuando le quisieron pagar por ese trabajo Benito no aceptó. Durante la guerra fue jefe de manzana, él tenía que recorrer la manzana cuando se hacia el oscurecimiento de las casas.

Kathleen trabajó en Bonafide por invitación de su vecina de enfrente. El local estaba ubicado al lado de La Anónima. Trabajaba desde las 15hs a las 21hs, vendiendo café, chocolate y tes.

Tejía y bordaba mucho en punto cruz sobre manteles y caminos. Confeccionaba delantales y disfraces para los actos escolares de sus hijas y sus compañeras de colegio. Le gusta mucho leer y lo hace desde que era soltera. Hoy lee libros que le regala su nieta Giuly que vive en Buenos Aires y también los lee en la Tablet.

Se siente muy orgullosa de la familia que formó, de su esposo y de sus hijas, de su madre que dio todo por ella y sus hermanos; orgullosa de la familia que pudo formar.

Si tuviera que darles un mensaje a las mujeres de Río Grande sería que formen sus familias bien, que se quieran las parejas. Que siempre luchen por sus familias y que siempre exista el dialogo.