Lidia ¨Lily¨ Mabel Begué

La peluquería y la danza, sus dos grandes amores

Sus padres Marta Inocencia Gómez y Adolfo Juan Begué. Lidia tuvo dos grandes amores: la danza y la peluquería. Estudió danza clásica en la escuela Nacional de Danza y aunque no fue primer bailarina, se presentó en varios escenarios de Buenos Aires. Dio clases en Buenos Aires hasta sus 40 años y dejó por un problema en su salud (huesos), en Río Grande dictó clases en su casa a mujeres embarazadas. También preparó a estudiantes de danza para rendir en Buenos Aires. Allí trabajó en una de las peluquerías más caras de la zona de Belgrano, no porque cobraban caro, sino porque utilizaban los productos más caros y mejores del rubro, los clientes lo sabían e igual lo pagaban. Con ese trabajo viajó y conoció muchos lugares; como así también aprender y capacitarse. Siempre viajaba con su hermana, y cuando su hermana se instaló en Canarias, Lidia viajaba hasta allá y de allí salían las dos a pasear por Europa. Si en algún momento del viaje no tenían dinero, Lidia salía a las calles y buscaba a algún músico y le decía: ¨vos tocá que yo bailo¨ y así se hacían de unos pesos. En uno de sus viajes por Europa, estuvo empleada con las Hermanas de caritas. Allí aprendió un montón, además se sorprendían de como Lidia podía hacer brushing con las manos sin usar cepillo: ¨no hay nada mejor que sentir el cabello con las manos y sentir como el cabello fluye y como vibra la cliente¨, les decía Lidia.

Lidia vino con su hija a Río Grande de la provincia de Buenas Aires, porque habían vivido varias situaciones de violencia e inseguridad. Cuando llegó a Río Grande no podía creer que podía caminar sola, por la calle, y sin ningún problema.

Antes de entrar a la municipalidad de Río Grande, como profesora del Taller de Peluquería, Lidia tuvo una peluquería sobre la calle Fagnano, enfrente de la Plaza Almirante Brown, después se trasladó entre la calle Thorne y José Hernández, allí trabajó varios años y los recuerda como años muy lindos.

Lidia queda a cargo del Taller de peluquería de la Municipalidad de Río Grande, ocupando el lugar de Nestor Biondo. Trabajaba poniéndole mucho cariño, porque además notaba que la gente estaba necesitada, en ese momento, de capacitarse para lograr una salida laboral inmediata. Lidia dictaba en los talleres de la municipalidad el taller de peluquería. Sus alumnas asistían al taller por varias razones, según Lidia: porque era su asignatura pendiente (porque dependiendo de donde vivían no podían hacer estos cursos que eran completos y gratuitos para trabajar en Río Grande o en cualquier otro lado, ya que los cursos estaban avalados de esa manera), otras personas hacían el curso por una cuestión exclusivamente laboral y para aliviar la canasta familiar, y otras personas lo hacían por curiosidad y después se terminaban enganchando.

Lidia les había dicho a sus compañeras que no podían trabajar entre ellas, que necesitaban gente de afuera. Fue así como Lidia tuvo la idea de acercase a las escuelas y presentar autorizaciones para los estudiantes, para que les pudieran cortar el cabello. Fue así como los lunes Lidia y sus compañeras cortaban el cabello en las escuelas cada quince días. Jornada que también realizó con sus alumnas, en la cárcel y en el Hospital Regional Río Grande. También iban a enfermos crónicos y no solamente les cortaban el pelo, sino también les llevaban globos, tortas etc.

Cuando el taller dejo de estar en el Barrio CAP, los vecinos del austral se iban hasta el centro cultural igual para no perderse el taller. Lidia se preguntaba por qué pasaba que del austral iban hasta el centro de la ciudad, y una de las chicas les respondió: ¨es para salir de allá, para nosotras el taller de peluquería es la excusa para encontrarnos con otras mujeres¨.

Como muchas de las chicas que asistían al taller eran del Barrio Austral, y no tenían dinero para el colectivo, y se iban caminando al Centro Cultural; a Lidia se le ocurrió dejar una cajita, para que los clientes personas que iban a cortarse al taller dejaran plata, que Lidia entregaba a sus alumnas. También se utilizaba para comprar productos, cuando la gente no podía llevar, por ejemplo, tintura, agua oxigenada, guantes etc.

En su primer Taller debe haber tenido 130/140 alumnas. Siempre fueron muchas las alumnas del taller de peluquería que, en una oportunidad, estando en el Centro Cultural Alem, se cruzó con el que era intendente en ese momento, el Ingeniero Jorge Martín, que le preguntó a Lidia: ¿Que está haciendo con esas sillas? ¨las personas que se están haciendo tinturas están en el aula-taller, y todas las personas que vienen a cortarse el pelo y las alumnas, nos estamos acomodando en el micro cine¨, le respondió Lidia. Días después y por gestión del intendente, Lidia tuvo un aula-taller más grande.

Fue directora de Cultura por el período de 6 meses, en el lugar de Graciela Balverde y luego ocupó el cargo de Coordinadora de los Talleres del Centro Cultural Alem.

Recuerda que para la elección de la reina de la Ciudad de Rio Grande, todas sus alumnas peinaban a las concursantes. El 6 de junio de 1996 organizó su primer desfile en el Barrio CAP. La gente le decía que no iba a asistir nadie, porque ese día llovía y había mucho barro, pero, por el contrario, el evento había empezado a las 20hs. y eran las 2 de la madrugada y las personas no se querían retirar del lugar.

De sus colegas talleristas recuerda a Graciela Gosgaya, que en una oportunidad tuvo un gesto muy lindo para la hermana de Lidia que vivía en Canarias; Graciela le hizo una canción, que Lidia llevó en un casete a modo de regalo.

Lidia siempre contaba la anécdota de que iba con su compañera del taller al shopping; el shopping era el basural que antes estaba ubicado en el Barrio Austral, le decían el shopping porque había negocios o empresas que les avisaban cuando tiraban hilos, retazos de telas, fierros; y todo tipo de materiales que reciclaban y reutilizaban para los diferentes talleres incluso material para las muestras de fin de año.

De forma particular con Oscar, un peluquero reconocido de la ciudad de Río Grande, tuvieron la oportunidad de peinar a algunos famosos que se alojaron en el Grande Hotel.

A fin de año, a modo de cierre, organizaba desfiles y muestras del taller de peluquería. Como profesora en los talleres, pasó unos años maravillosos, y trabajó un montón sin preguntar cuanto le iban a pagar.

Lidia tiene a modo de archivo, una carpeta completa con recortes de diarios de nuestra ciudad, donde ella y el taller y sus alumnas fueron mencionadas; en ese archivo no solo denota su gran compromiso y trabajo como profesora del Centro Cultural Alem, sino como también la municipalidad, gestionaba una gran cantidad de eventos, actividades para y por los vecinos. Se destacaban los talleres de Peluquería y el taller de Folklore.

Participó junto a Marita Ojeda en el programa radial llamado ¨Hola Vecino¨, entre los años 1996/2000. El Programa era transmitido los domingos, con premios muy importantes. Después trabajó en otras radios, pero de manera independiente; en Radio del Sol con un programa infantil. También colaboró con el periodista Juan Carlos Samanich en el programa ¨La batalla del movimiento¨ que era un programa para jóvenes los domingos de 10hs a 16hs.

Trabajó muchos años como peluquera particular, para casamientos, cumpleaños. Fueron casi 54 años de trayectoria. Ya jubilada, Lidia hacía gimnasia, también leía, además de compartir con su hija y su familia.

El 21 de septiembre del año 2021 recibió un reconocimiento por sus 21 años del Centro Cultural Alem. Fue un reconocimiento que la emocionó mucho, Lidia ya estaba jubilada y la invitaron a un acto en el Centro Cultural Alem, la hicieron subir al escenario y fue sorprendida con una distinción por su trayectoria como profesora de los talleres. El 26 de noviembre de ese mismo año también fue reconocida a través de la Secretaría de la Mujer con el reconocimiento Virginia Choquintel por ser Mujer destacada de nuestra ciudad, distinción por el Centenario de la ciudad.

Lidia nació el 9 de marzo de 1943 en la ciudad de Buenos Aires y fallece el 23 de agosto del 2022 en Río Grande; sus restos hoy descansan en el cementerio local, esperando a que se cumpla su último deseo: que sus cenizas sean depositadas en la cumbre del cerro Aconcagua.