Lola Kiepja

Mujer chamana Selknam

En el invierno de 1966, en Tierra del Fuego, murió Kiepja, conocida por todos como Lola Kiepja. Con ella se fue parte de la historia de su pueblo. Mujer chamán del pueblo selk'nam, también conocidos como onas, grupo originario de la Isla Grande de Tierra del Fuego que, durante siglos, vivió en armonía con el paisaje fueguino, cazando guanacos.

Lola tenía más de 90 años cuando falleció. Había nacido bajo una tienda hecha con cueros de guanaco, y durante su juventud se vestía con pieles que ella misma preparaba. Hablaba en su lengua materna, aunque también se expresaba en español. Según la antropóloga Anne Chapman, vivía en una cabaña de una sola pieza construida para ella por obreros de un aserradero de Tolhuin, y había levantado detrás, con sus propias manos, una tienda similar a la de sus recuerdos, donde pasaba la mayor parte del día tejiendo canastas y rodeada de sus objetos más imprescindibles.

Pasó gran parte de su vida en una reserva indígena cerca del lago Fagnano. Tuvo doce hijos: siete con su primer esposo, Anik, un Haush que murió herido en el marco del genocidio selk'nam; y cinco con su segundo compañero, un chileno. Según Chapman, Lola y su familia, así como otros indígenas, iban a trabajar a las estancias de Harberton y Viamonte en el verano, y en el invierno vivían en el campo cazando guanacos y celebrando periódicamente la gran ceremonia del Hain.

Durante esos años su madre y algunos tíos maternos chamanes (xo’on) la preparaban para que ella también fuese xo’on. Una noche, hacia el año 1926, soñó que el espíritu de uno de estos tíos –que había muerto hacía poco al otro lado del Lago Fagnano– la visitaba y le transmitía su poder mediante un canto. En su sueño el espíritu volaba sobre el lago buscándola y cantando “¿dónde estás, hija mía?”. Ella repitió esta frase y despertó. En ese preciso momento, según contó, el espíritu de su tío la penetró “como el filo de un cuchillo”. Fue entonces que, de acuerdo con la tradición, adquirió poder sobrenatural.

En 1964, la antropóloga Anne Chapman llegó a Tierra del Fuego para conocerla. Con su grabadora, registró cantos en lengua selk’nam, vocabulario general, nombres propios, toponimias, términos de parentesco y relatos personales. Las grabaciones comprenden 47 cantos entonados por Lola. Los selk’nam carecían de instrumentos musicales y los cantos no llevaban acompañamiento.

Lola no quería abandonar su lugar, pero en el invierno de 1966 fue trasladada en contra de su voluntad al Hospital Regional de Río Grande. Tres días después, murió. Fue enterrada en el cementerio de la ciudad.

Según testimonios de su familia, como el de su nieta María Angélica Salamanca: “Lola no fue la última. Estamos nosotros. Llevamos su sangre”, dijo durante un homenaje realizado en la Comunidad Rafaela Ishton en 2016. Allí, sus descendientes compartieron recuerdos sobre las formas de discriminación que sufrió y sobre la apropiación de sus pertenencias tras su muerte.

Viviana Salamanca relató que, aunque era apenas una niña cuando murió su bisabuela, sabe que sufrió mucho. “Hay cosas que Lola no quería que se supieran, como sus cantos, y hoy están por todos lados. Eso nos duele”.

También formaban parte de su familia su hermano Luis Parren, su cuñada Quilquén y su sobrina Adela.

Según relató Chapman, tras la muerte de toda su familia, Lola vivió sola durante años en la reserva. Cocinaba, recogía leña, buscaba agua, tejía canastas y calcetines que vendía. En otros tiempos tuvo ovejas y caballos, pero con el tiempo todos sus animales fueron robados. El señor Garibaldi, un vecino, creyó prudente no permitirle cabalgar más por haber sufrido varias caídas.

El invierno de 1966 fue especialmente crudo, con temperaturas de hasta 30 grados bajo cero. Lola permaneció confinada en su choza por la nieve desde julio hasta pocos días antes de su muerte. Garibaldi y otros vecinos le llevaban agua, leña y carne. A fines de septiembre pasó varios días sin comer. El puestero del lugar, al notar su estado, fue a caballo al destacamento de Policía Rural del Lago Kami y regresó con un agente en tractor. La llevaron hasta el camino principal y desde allí en automóvil a Río Grande, donde murió pocos días después, el 9 de octubre de 1966.

Lola canta a los Onas

Lola Kiepja fallecida en 1966 fue una Ona pura, que mantenía sus costumbres aborígenes. Lola había nacido para cantar. ¿A quién le cantaba Lola?... Al cielo... a las estrellas... a la mar... Le cantaba a la vida... a las aguas... a la tristeza de ser una solitaria nativa, en medio de su soledad. Lola le cantaba a todas las criaturas del campo, que al oír su voz, se paraban para escucharla. Le cantaba a su pueblo triste para alentarlo. Lola le cantaba a su gente lejana que añoraba... a niños nativos que por el campo corrían. Le cantaba Lola y sus cantos se esparcían por el cielo, los valles y lejanos horizontes... buscando ser oídos por todos los Onas fallecidos... por niños y mujeres que aún vivían. Lola en los tristes y blancos inviernos le cantaba a su tierra, que ya no tenía. Cantaba Lola a su pueblo y a su gente Ona, que de a poco se extinguía.Autor: Benito Fava

Las fuentes principales utilizadas para reconstruir esta historia incluyen los trabajos de la antropóloga Anne Chapman (L’esprit de la Terre de Feu), los archivos del Museo del Fin del Mundo, testimonios recogidos durante el homenaje realizado en la Casa Cultural Rafaela Ishton, registros del Archivo Histórico Provincial de Tierra del Fuego, notas del diario El Sureño y el poema "Lola canta a los Onas" de Benito Fava.