Lucía del Carmen Muñoz

Lucía es fueguina y tiene nietos, bisnietos y tataranietos.

Siempre vivió en Río Grande, se casó y tuvo una familia muy numerosa.

Lucía nació el 16 de junio de 1938 en Río Grande. Sus padres eran Herminia Barría Alvarado (nacida en Ancud, Chile) y Manuel Muñoz Carreño (nacido en San Antonio, Valparaíso, Chile) él llegó a Tierra del Fuego en el año 1910 para trabajar en la estancia Primera Argentina. El papá trabajaba en la estancia Sara y andaba a caballo o carreta cuando bajaba al pueblo y ataba los caballos a los cercos y postes de las casas.

Cuando Lucía nació no había parteras en el pueblo, por eso, cuando su mamá Herminia empezó con trabajo de parto, se sentó en una silla, y nació Lucía.

Paso por todas las carencias. No había tantas cosas como ahora y había que adaptarse al clima, en el verano iba a la escuela, en invierno no. Las clases eran hasta el mes de febrero.

Cuando vivió sobre calle Alberdi, el río estaba muy cerca. En invierno cuando se congelaba tenía una pista de hielo para andar con los trineos. En su casa no tenían luz ni agua. El agua la iban a buscar a unos pozos -el agua era exquisita- y llenaban el tacho que tenían afuera de la casa, para tener agua caliente, la calentaban en las estufas a leña. La leña también tenía que ir a buscarla, hacer tacos de leña y luego astillas para poner en cocinas y estufas.

Recuerda que un año cayó un avión, el Aeroposta Argentina, y como no había vehículos, salieron todos corriendo a ver. Los restos del avión estuvieron en el lugar del accidente varios años, con el tiempo muchos vecinos se llevaron lo que iba quedando.

Lucía fue a la escuela primaria N° 2. Con sus compañeros y vecinos del barrio jugaban a la soga, a la pelota, al elástico, a la casita; jugaban con barro y hacían tortitas, y se las comían Después de la primaria para estudiar el nivel secundario, los chicos se tenían que ir a estudiar fuera de la provincia (las familias que podían económicamente, enviar a sus hijos, incluso muchos asistieron a escuelas secundarias en Punta Arenas, Chile). Asistió con las Damas Vicentinas, allí aprendió a bordar, y con las monjitas del Colegio María Auxiliadora aprendió corte y confección.

Iba al frigorífico con su familia porque ahí llegaban los luchos, en los barcos venían médicos y la población esperaba que llegaran los barcos para hacer consultas médicas. Los luchos también traían mercaderías para abastecer a los negocios. De esos años el único que continúa es el supermercado La Anónima. En su acá hubo una huerta y tenían gallinas. La huerta les daba deba verdura todo el año lechuga, tomate, perejil, zanahoria, nabo, y recuerda también tenía un ciruelo y cuando daba frutos en su casa se hacía dulce de ciruela, comía dulce de calafate y dulce de ruibarbo si alguna vecina preparaba. También iban a comprar a las despensas del barrio a La Anónima, al negocio Raful, al negocio de Glubich.

Se casó cuando tenía 16 años y él 24. Él era policía y tuvo que pedir autorización a la mamá de Lucía, ya que el papá había fallecido cuando ella era chiquita. Estuvieron seis meses de novios y se casaron en el año 1954. Fruto de este amor, tuvieron cinco hijos: José Manuel Díaz, Federico Eduardo Díaz (falleció cuando tenía 1 año y cuatro meses), Carlos Antonio Díaz (falleció el 03/07/2019), Andrés Rubén y Silvia Esther.

Recién casados vivieron en la casa de la mamá de Lucia, después se fueron a vivir al lago Khami por trabajo de su esposo. Allí se relacionaron con las familias Rupattini (propietario de la Estancia La Pampa) con Lola Kiepja y con Angela Loig – Doña Lola tenía su campo en Tolhuin, y Angela iba a pasear-, estuvieron pocos años, pero esos años fueron muy lindos.

Los hijos de Lucia nacieron en el hospital del Batallón de infantería de Marina N° 5. José y Silvia nacieron en la casa que vive actualmente, sobre calle Thorne, entre las calles Perito Moreno y San Martin.

Lucía vio crecer a Río Grande; vivió todo el crecimiento y los cambios.

Allí vive a raíz de una propuesta del Gobierno Nacional para la adquisición de tierras y gracias al Gobernador Campos obtuvieron el terreno. Vivían con el sueldo de policía del esposo, no era buen sueldo, por eso él trabajaba también de pintor. Con los años comenzaron a hacer la casa a través del banco hipotecario. Los materiales los compraron en los negocios de le época; en Granja y en La Anónima. La madera la compraron en los aserraderos del lago Khami, en cercanías de Tolhuin.

Río Grande había cambiado, ya tenían gas y agua -antes, lo que pasaron como antiguos pobladores era potra cosa, no era tan lindo, había que pasarla y sufrir el frio, buscar leña picarla, hacer astillas y juntar agua en los tambores-.

Recuerda como una anécdota muy fueguina que la gente ponía sobrenombres entre vecinos, y no se los conocía por sus verdaderos nombres, eran Mejoral, Come Pan, Chapalele, Mata Gente, Rasca Tu Loro, así se apodaban los antiguos pobladores.

Se siente orgullosa de haber nacido en Río Grande, de poder ver el progreso, orgullosa de haber nacido en esos años, y como vivió sus años de infancia -mi Río Grande, así como está ahora, igual lo quiero, acá nacieron mis hijos y nietos-. Todo adelanto y progreso trae buenas y malas consecuencias. Dice que Río Grande es de ella como de su familia. Muchos amigos de su infancia ya partieron solo le queda su familia.

El mensaje que le deja a Río Grande es que se siente orgullosa de ser ríograndense y decirle que fue muy feliz en otra época y feliz del progreso que tiene hoy.

Lucía les dice a las mujeres de Río Grande que sigan adelante, hasta dios las lleve, criando hijos y nietos, que trabajen, que no se olviden de los viejos y que no usen tanto el celular.

Lucía se considera una luchadora, a la par de su esposo, una mamá, abuela, bisabuela y tatarabuela.