Mabel Rosa Rubano
La maestra de la carpa
Mabel Rosa Rubano nació el 6 de septiembre de 1953. Llego a Río Grande junto a su esposo Ernesto Ipas el 22 de febrero del año 1976. Era justo el Día de la Antártida Argentina. Ella recién casada y ya recibida de maestra.
El irse de Buenos Aires, era algo que pensaban los dos, desde un principio.
“En la calle Corrientes y en el teatro San Martin, pasaron una presentación audiovisual de Tierra del Fuego, y las 4 estaciones. Fue lo primero que conocimos”, recuerda Mabel.
Los dos, se vienen en avión, pensando en principio, vivir como mochileros. Pero al bajar del avión se les vino el mundo abajo: Río Grande era todo llano, sin montañas. Después de esa primera impresión, Mabel y Ernesto deciden ir a hacer noche en una carpa, detrás de lo que hoy es el Centro Deportivo Municipal de Río Grande y se trasladan haciendo dedo a Ushuaia y se instalan acampando, durante 15 o 20 días en el antes Lago Roca.
Caminaban todos los días hasta la ciudad para buscar trabajo y comprar comida. Ella tenía facilidad para conseguir trabajo, pero a su esposo le costaba un poco más.
Luego de un tiempo, deciden volver a Río Grande, haciendo dedo. Muchas personas que los conocían entonces, los trataban de locos por venir a esta ciudad. Acá llegaron y también acamparon, al lado de la Autosur.
En Río Grande, Ernesto consiguió trabajo en el local Domingo Granja, como carpintero. Mabel, en tanto, se anota como docente en la Escuela 2.
Fue Zulema Lodeiro, entonces vicedirectora de la escuela quien la anotó. Al día siguiente, esta misma mujer, fue a buscarla hasta la carpa.
Mabel, fue conocida durante mucho tiempo, como la maestra de la carpa. “En la escuela 2 y toda la ciudad”, recuerda risueña.
En la escuela, accedió al interinato de un 1er grado. Recuerda que le daba un poco de miedo, ella quería trabajar en el nivel inicial, con niños de jardín.
Cuando los dos estuvieron trabajando de manera estable, dejaron la carpa y se fueron a alquilar una habitación en el entonces Hotel Miramar, sitio donde hoy se encuentra la concesionaria la Renault.
“Ahorrar se hacía difícil así que decidimos ir a la pensión de Andrade, en 9 de Julio y Rosales. Yo trabajé durante un año como maestra de 1er grado, Favio Faletti, era uno de mis alumnos”, recuerda .Otros fueron Pablo Sist , Eduardo Aguirre .
En esa época había cerca de siete mil habitantes en la ciudad. Luego de ese primer año, como la seño de 1ro, Mabel participó de un concurso por tres cargos en otra institución. Le fue bien, y es entonces cuando decide ir trabajar a La Calesita Encantada: “La decisión fue porque era seguir cumpliendo mi sueño de ser maestra jardinera”, admite.
Empieza a trabajar en La Calesita Encantada en marzo del año 1977 y en agosto la nombran maestra titular. En septiembre del mismo año, se va la directora y Mabel pasa a ocupar el cargo por tener el mayor puntaje. Allí trabajaría desde ese año, hasta jubilarse.
En el año 1985 Mabel es nombrada Supervisora de educación Inicial Provincial: “Viajábamos a Tolhuin y Ushuaia con mi hijo Leandro en "Los Carlos".
Desde que tenía 12 o quizás, 13 años Mabel ya sentía deseos de ser maestra. Recuerda que algunas personas le decían que no estudiara esa carrera porque no iba a ganar bien.
También, recuerda con nostalgia la función de directora: “Fue muy rápido que llegué a ocupar ese cargo y al final, eso hizo que casi no se tuviera tiempo como maestra”, expresa.
Al no tener auto, Mabel caminaba. Desde una casita que alquilaban cerca de la torre de agua, se iba todos los días hasta La Calesita Encantada. Llevaba a su hijo Diego, que era bebé aún, en una sillita que se colgaba, lo dejaba en la guardería de las hermanas, que estaba frente al jardín, en la esquina de Don Bosco y Alberdi.
La juventud ayudó a sobrellevar las inclemencias del tiempo. Mabel recuerda que les exigían el participar de los actos patrios en la plaza, y del frio se quedaban pegados al piso, “Así que, nos quedábamos zapateando”, relata.
Al haber poca gente en la ciudad, se conocían casi todos. En ese sentido, tiene recuerdos muy gratos como consiguieron alquilar la primera casa familiar. Entre los padres y docentes de la Escuela 2; y los dueños de la pensión, les ayudaron a amoblar la vivienda, ya que ellos solo tenían sus mochilas y su carpa: “Nuestros amigos eran nuestra familia”, dice agradecida.
Hoy, Mabel se siente muy orgullosa de dedicarse a la pintura. Actividad que comenzó después de jubilarse, y que disfruta mucho. Fue su hija quien le regaló un mes de clases frente a la plaza en La Urraca.
A la Mabel joven, esta Mabel le aconsejaría que se dedicara a disfrutar un tiempo más el dar clase, el aula. Y le recuerda que aun, tiene pendiente aprender a tocar el piano.
“A las mujeres le diría, que cada una le pueda transmitir amor a esta tierra, que tiene muchas cosas que no se saben valorar: el mar, el bosque… que traten de influenciar este amor por nuestra tierra”, expresa.
Mabel, además tiene un deseo: quiere que la recuerden siempre, como parte de la familia de La Calesita Encantada. Y asegura que le encanta que su hija Ivana hoy sea una gran docente, y que ella siga trabajando en La Calesita.
Sin dudarlo, dice que nunca le costó el desarraigo. Ambos, Ernesto y ella, estaban convencidos de construir su futuro en Río Grande. Recuerda con cariño a Vicente Ferrer, quien era el intendente, y les ayudó a conseguir la casa en calle Alberdi.
Confiesa que añora un poco al Río Grande de antes, la gran familia que eran todos antes, los amigos y la hermandad y confianza que construían entre todos siempre.
Además de todo lo contado, Mabel tiene un legado de cinco hijos: dos mujeres, y tres varones, una de ellas, hija por adopción. Pero, además, seis nietos que viven en también Río Grande.