Nelida Juich

Una vida dedicada a la educación

Nélida Juich nació el 12 de mayo de 1945 en Rosario, provincia de Santa Fe. Hija de Esteban Juich y Pascuala Antonia Maldonado, creció en el seno de una familia humilde, trabajadora y profundamente comprometida con la educación. Por parte de madre, su abuelo –a quien no llegó a conocer– era vasco, mientras que su abuela María, criolla, sí fue una presencia cercana. Por parte de padre, sus abuelos eran croatas, aunque tampoco los conoció.

Desde pequeña, su madre –una mujer frágil de salud, pero fuerte en carácter– tuvo el temor de que su hija no pudiera estudiar, y por eso se dedicó a enseñarle desde muy temprano. A los tres años, Nélida ya leía y escribía. Su madre le enseñaba con paciencia, haciéndole palotes, reconociendo letras, y sembrando en ella el amor por el conocimiento. La anotaron en el jardín de infantes María Auxiliadora, donde cursó desde jardín hasta tercer grado. Luego, por cuestiones económicas y familiares, sus padres decidieron cambiarla a la escuela pública Mariano Moreno N.º 60, justo frente a su casa, donde completó el resto de la primaria.

Tuvo una infancia feliz, aunque no siempre lo supiera en ese momento. A pesar de las dificultades económicas, sus padres hicieron todo lo posible para brindarle lo mejor. Su padre, un hombre de campo, huérfano de madre desde pequeño, estudió mientras trabajaba, yendo a caballo al pueblo de Villa Mugueta. Allí cursó lo que pudo y se formó como profesor de caligrafía, balanceador público, tenedor de libros y músico. Tocaba el trompeta pistón y también fue profesor. Finalmente, por vocación, ingresó a la policía y se jubiló como comisario. Su madre alcanzó a terminar la escuela primaria y siempre estuvo pendiente de los estudios de Nélida.

Cuando ella tenía apenas dos años, su familia se mudó al departamento donde aún vive hoy, un antiguo edificio de pasillo en pleno centro de Rosario. Allí también vivieron sus abuelos, en un departamento contiguo que su padre pudo comprar con mucho esfuerzo.

Nélida tuvo un solo hermano, Esteban Marcos, oficial de policía, quien falleció en acto de servicio a los 29 años, el 9 de julio de 1982. La familia siempre fue pequeña, pero muy unida. Recuerda con cariño las mesas domingueras, los ravioles y el pollo al horno con papas preparados por su madre. También recuerda con emoción cómo, desde pequeña, acompañaba a su madre mientras calcaba mapas con tinta china y utilizaba lápices acuarelables como un gran tesoro. Era muy prolija y apasionada por la lectura.

En cuarto grado, comenzó a asistir como oyente al turno vespertino del mismo establecimiento escolar, donde se dictaba el profesorado de inglés. Cuando llegó la edad correspondiente, se le convalidaron los años cursados como oyente y, gracias a su dedicación, se recibió primero de maestra de inglés (tras cinco años) y luego de profesora (tras ocho años). Aunque nunca ejerció como profesora de inglés, su formación fue parte fundamental de su crecimiento profesional.

Al terminar la primaria, su madre deseaba que estudiara en la Escuela Superior de Comercio. Sin embargo, su maestra, Jacinta Videla de Nosti, la animó a seguir el magisterio, pues veía en ella una verdadera vocación docente. “Su hija tiene aptitud para ser maestra, no le corte las alas”, le dijo. Esa maestra, a quien tuvo en 4º, 5º y 6º grado, fue una gran influencia en su vida.

Nélida heredó de su padre la pasión por el estudio y de su madre el perfeccionismo. Siempre fue inquieta, curiosa, deseosa de aprender. Esa búsqueda constante la llevó a ser exigente consigo misma y también con los demás, siempre con la intención de ayudar a que otros también alcanzaran su máximo potencial. “A la gente que más quería, la quería sacar mejor”, recuerda.

A lo largo de su carrera, jamás pidió a sus colegas o estudiantes algo que ella misma no estuviera dispuesta a hacer.

Su carrera docente fue el motor que impulsó su vida. Comenzó como maestra de grado en la Escuela N°2 «Benjamín Zorrilla», tradicional institución educativa que celebró sus 100 años y donde Nélida tuvo un papel destacado en el acto conmemorativo.

Uno de los momentos más importantes de su trayectoria fue haber impulsado, como Supervisora General, la creación de la Escuela Provincial N.º 38 en la Base Esperanza, en la Antártida Argentina, que comenzó a funcionar el 11 de marzo de 1997 bajo el nombre de “presidente Julio Argentino Roca”. Años más tarde, cuando se propuso cambiar su nombre por el de “presidente Raúl Ricardo Alfonsín”, Nélida fundamentó su negativa a avalar la modificación, sosteniendo la importancia de la memoria institucional original.

El 14 de abril de 1984, Nélida tuvo el honor de inaugurar la Escuela Provincial N.º 14 «Solidaridad Latinoamericana» de Río Grande, junto a Carmen Eugenia Valencia como directora y Luly Milan como secretaria, desempeñándose ella como vicedirectora. Poco tiempo después, Teresita Mallada se sumó como segunda vicedirectora. Esta institución se convirtió rápidamente en la escuela más grande del entonces Territorio Nacional de Tierra del Fuego. El gobernador de aquel momento era Ramón Trejo Noel y la secretaria de Educación, Olguita Bronzovich.

Recuerda a muchas personas: el cocinero Julio Soria, el presidente de la cooperadora don Pablo Mackowiak, así como tantos maestros, porteros, alumnos y familias que pasaron por sus aulas. También a quienes la ayudaron a crecer como profesional: Vilma Faedo de Varas, Zulema Lodeiro, Elsa Ezeiza de Barbona, Ercilia Ávila de Páscolo, Marita Subiabre de Chacón y su querida supervisora, la Sra. de Turza, quien la introdujo en los primeros pasos de la carrera directiva.

En noviembre de 2021, recibió el reconocimiento Mujeres del Centenario, otorgado por la Secretaría de la Mujer del Municipio de Río Grande. “Ha sido una verdadera caricia al alma”, expresó emocionada, al recibir esta distinción por su trayectoria y compromiso.

Hoy, Nélida Juich es recordada con respeto, cariño y admiración por todos aquellos que compartieron con ella su camino. Agradece profundamente los padres que tuvo, su familia pequeña pero amorosa, y cada una de las experiencias que hicieron de ella una mujer íntegra, dedicada y generosa.

“Chicas, son el espejo donde los chicos se miran, por lo tanto, siempre tienen que ser ejemplo”, les a sus colegas. Una frase que resume su filosofía de vida y su manera de entender la docencia..

Se siente profundamente orgullosa de haber transitado todos los cargos del escalafón, conociendo así el sistema en su totalidad, desde sus cimientos hasta los espacios de mayor responsabilidad.

Fue maestra de jardín, luego de grado; también enseñó a adultos. Fue secretaria, vicedirectora, directora, supervisora escolar y supervisora general. Su compromiso la llevó a formar parte del Consejo Provincial de Educación y también de la Junta de Clasificación y Disciplina.

Participó, además, de un momento clave en la historia educativa del territorio: integró la comisión que tuvo a su cargo la reglamentación de la Ley N.º 261, conocida como el Estatuto del Docente Territorial, una normativa fundamental para la organización y defensa de los derechos del cuerpo docente.

Fue la única directora Titular de la Escuela N.º 2. En el ámbito de la DINEA anexa a las FFAA, también dejó huella: fue maestra de grado y más tarde directora Titular de la Escuela N.º 28.

A pesar de los años de trabajo incansable, su sed de conocimiento permanece intacta. En 2024, decidió iniciar la Diplomatura en Estudios Antárticos en la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM), formación que concluyó recientemente y cuyo diploma espera con ilusión. Un nuevo logro que se suma a una vida entera dedicada a la educación, siempre con la convicción de que enseñar es, ante todo, un acto de entrega y amor.