Silvana Mariel Johannesen
Una luchadora silenciosa
Es la primera mujer bombera en la ciudad de Río Grande. Su esposo, también fue bombero, en su caso fue el primer cadete. Ella nació en Córdoba , el 22 de marzo de 1968.
Pasó su infancia en Punta Alta y Berazategui, y Don Torcuato, Provincia de Buenos Aires. Se mudaban bastante, debido a que su papá era militar.
A los 11 años nació su hermana Paola, ella tenía problemas en el corazón, y su papá tuvo que trabajar mucho. El mismísimo Dr. Favaloro trató a Paola varias veces, pero aun así fallece durante una cirugía a corazón abierto.
En 1985 Mariel tenía 16 años, ese año también vinieron a vivir a Río Grande. Por un lado, recuerda haber vivido los años que vivó junto a su hermana, amándola mucho; por el otro, recuerda cómo se siente vivir con un hermanito con discapacidad. A veces sentía que la dejaban sola, aunque hoy se da cuenta, lo fuerte que fueron su papá y su mamá. Su padre apostado en la Antártida, para poder hacer una diferencia de plata y costear los tratamientos médicos para Paola, su mamá; sola con ellas siempre abocada a la familia, a sus hijos.
La historia de amor con su marido es una historia que comenzó desde chicos, se casaron en Río Grande.
La familia llegó a Río Grande en el ‘85, y a los dos años, en el 1987 Mariel comienza a trabajar en una farmacia de la ciudad. Luego, trabajó en el local Chunchuna Boutique. Y después, durante cinco años, como operaria fabril.
Su esposo fue uno de los primeros cadetes de Bomberos, Mariel remarca que el primer cuartel de Bomberos que hay, se levantó en un galpón que fue donado por su esposo. Por cinco años Mariel y su esposo vivieron sin hijos, los dos solos.
Durante ese tiempo, fue él que empieza a prepararse con los cursos de cadete. Ella lo acompañaba, y cursó a la par de su esposo, desde abril del ‘86.
Prácticas, cursos de Primeros Auxilios. Aun hoy, recuerda las guardias de la calle Beauvoir, que se hacían desde una combi que habían donado.
En los incendios, Mariel cumplía la función de barrera de contención, o Primeros Auxilios. Por esos tiempos, recuerda haber hecho muchísimos cursos de prácticas bomberiles. También participó en un curso de comunicaciones que dictó Vladimir Legorlois. A la vez, hacía guardias en el cuartel, limpiaba y controlaba el estado de los matafuegos.
Al principio no usaban uniforme: “Nunca imaginé que iba a ser Bombera Voluntaria. Lo hacía para ser parte, y ayudar y colaborar de alguna manera con la comunidad”, comenta.
Solo se alejó de la fuerza de Bomberos Voluntarios, luego de pasar por una dura experiencia personal. Uno de los embarazos, era muy riesgoso. Se complicó y perdió el bebé. A la vez, esto le dejó muchas otras secuelas de salud. Estuvo un año en una silla de ruedas, y bastante complicada. “Con mucha ayuda psicológica y rehabilitación logro salir delante de nuevo. Y ahí decidí dejar Bomberos. Luego de eso me dediqué a mi familia”, cuenta.
Hoy, Mariel Johannesen siente que haber sido Bombera Voluntaria es unas de las experiencias más gratificantes. Recuerda sentirse preparada para ayudar a alguien, para salvar una vida.
El 10 de noviembre de 2010 Mariel recibió una distinción especial por parte de los bomberos voluntarios.
Sus grandes orgullos, además de haber sido bombero, son el de ser mamá, y aún más, de ser madre de Dylan: “Él es mi compañero. Es una conexión de mucho amor la que tenemos. A pesar de tanta lucha, me siento orgullosa de poder sentir esto juntos. Es como un paralelismo, con mi servicio voluntario. Como un Bombero protejo la vida de mi hijo día a día, y mi vida está al servicio de él”, expresa.
Como pendientes, reconoce que le hubiese gustado ser docente de Educación Especial.
“A las mujeres de Río Grande les diría que sigan adelante, que persigan sus objetivos y que los cumplan, que por más que se presenten problemas en el camino: sigan siempre adelante”, dice con firmeza.
Si volviera a encontrarse con Mariel joven, de 22 años. Asegura que le diría que espere más tiempo para ser eso, joven. Que se dedique más tiempo a ella misma. A estudiar, tal vez hasta los 30 años.
Ahora, Mariel se define a sí misma como una luchadora, una buena mamá, alguien que alcanza sus objetivos.
“A Río Grande, le diría que la amo. Acá tuve mis hijos, me forjé un hogar. Amo el sur y la paz de esta tierra”, finalizó.