Graciela Pesce
Primera Secretaria del Intendente y Primera Directora laica de una obra Salesiana
Graciela es hija de don Egidio Guido Pesce, hijo de María Emma Andreine y de Virgilio Pesce, ambos inmigrantes italianos de la pequeña comuna de Moniego del Véneto y de doña Catalina Luisa Martín Rocha, hija de Natalia Clelia Cornelia Santina Julia Codini, italiana de Novara y de don Joaquín Martín Rocha, oriundo de Portugal.
Cuando era una niña asistía a una escuela pública en la provincia de Buenos Aires y le encantaba ir a la biblioteca porque además de cultivar el hábito por la lectura, allí había un globo terráqueo enorme y le apasionaba descubrir lugares y pensar cómo sería la vida allí. En aquel tiempo, imaginaba que viajaba hasta el misterioso fin del mundo y los ojos de pequeña de Graciela, se detenían particularmente a examinar en detalle a la Tierra del Fuego.
Al finalizar el ciclo de escuela primaria el padre le pregunta qué iba a seguir estudiando y como Graciela soñaba con ser maestra, eso le respondió, pero don Guido terminante dijo “Los maestros se mueren de hambre”. Dio por cerrada la consulta y la inscribió en un colegio comercial donde obtendría el título de Perito Mercantil y aunque la experiencia fue buena y le fue muy bien año tras año, la contabilidad no era lo suyo. De aquellos años conserva con orgullo un gran tesoro, sus compañeros de secundaria promoción 1973 del San Pío X de Claypole, Obra de don Orione, un grupo hoy más fraterno que nunca, con el que tiene un contacto diario gracias a la tecnología, con el que viaja habitualmente recreando aquel lindo viaje de egresados y en el que el andamiaje construido a lo largo de la vida hace que todos acompañen los momentos felices como los no tanto que a cada uno le toca atravesar. Esta para ella es una de las grandes bendiciones que tiene en la vida.
Finalizado el secundario no tuvo la oportunidad de continuar con estudios universitarios y entonces, comenzó a trabajar. Primero en un estudio contable como aprendiz, luego surgió la ocasión de algo nuevo y pudo conocer una agencia de publicidad en CABA desarrollándose en el sector de Medios, que manejaba el contacto entre la agencia, los clientes, los diarios, revistas, radios y canales de tv, los avisos y la contratación de las frecuencias de emisión y publicación, una tarea interesante que abrió para ella un lindo horizonte comunicacional con mucha gente.
Pero, aunque la tarea y el ambiente era excelente, Buenos Aires no era su lugar. Graciela no dejaba de pensar en el globo terráqueo y lo que estaba haciendo por entonces era la cotidiana locura de viajar de provincia al centro con dos colectivos más el subte temprano por la mañana y volver a encarar el mismo enloquecedor desafío por la tarde noche. Graciela estaba esperando a su primer hijo y definitivamente la idea de irse a vivir al interior se fue haciendo cada vez más concreta y hasta imperiosa.
Un día, el hermano de una vecina le comenta que vivía en Río Grande y lo describe como un pueblo chico y que tenía mar -a mí siempre me gustó el mar, serán mis ancestros venecianos que siempre añoraron el mar, el agua- expresa Graciela. Fue en el año 1980, ya había nacido su primer hijo, Diego. Entonces junto a su esposo, decidieron sin dudar encarar la aventura de vivir en Río Grande, y lo hicieron como se hacía en esos tiempos, primero llegó él, mientras buscaba trabajo y un lugar donde vivir y seis meses después llegó Graciela con el bebé, un 7 de agosto de 1981.
La dinámica laboral de Buenos Aires no existía en Río Grande, había pasado de un mundo a otro y en Río Grande, se tuvo que reinventar laboralmente. A pocos días de haber llegado, lee en un semanario un aviso en el que se llamaba a concurso de oposición y antecedentes para cubrir un cargo categoría 10 en la municipalidad, las condiciones: ser mujer, secundario completo, rendir un examen de cultura general, matemática, redacción, buena presencia. Graciela se presenta el día del examen, serían alrededor de veinte chicas. La prueba se desarrolló en el espacio amplio y en aquel entonces casi unido donde se encontraban la Secretaría de Finanzas, a cuyo frente se encontraba el señor Rodríguez Sánchez y la Secretaría de Gobierno, cuyo titular era Roberto Aloras. Se dispusieron escritorios y el ambiente era semejante al de un examen universitario. Finalmente, y luego de una entrevista personal Graciela quedó seleccionada para ocupar el cargo de secretaria del Intendente de la ciudad, cargo que se ocupaba por primera vez. Era el año 1981 y ella marcaría cada día el ingreso a su empleo en el Municipio con la tarjeta número 098.
En esa gestión municipal el intendente era don Juan Carlos Apolinaire. Tiene un recuerdo maravilloso de Juan Carlos o ¨Juancho¨, cómo le decían en aquel tiempo. Un caballero reconocido por su don de gentes, administrador de una estancia, quien además le regaló a ella la posibilidad de conocer a sus pequeñas hijas y a su esposa Rachel, “mujer que tiene tanto para contar a todos nosotros”.
Con el año 1982 llegó el tiempo de Malvinas. Graciela recuerda vívidamente que aquel 2 de abril muy temprano, el chofer del municipio fue a buscarla a su casa recién estrenada en el Barrio que luego llevaría el nombre de ese día, para decirle que la necesitaban en el trabajo porque se habían recuperado las Malvinas. Recuerda perfectamente esa jornada en particular: muchísima neblina, las calles desde y hacia el barrio llenas de pozos y con mucho barro y el corazón acelerado por meses siguiendo de cerca el día a día de la guerra, porque la comunicación entre la Intendencia la Base Aeronaval y el Bim5, si bien eran muy reservadas, siempre ofrecían datos que generalmente, consternaban por lo que en las Islas los muchachos estaban viviendo. Desde el ventanal donde Graciela tenía su escritorio, veía partir las escuadrillas de aviones hacia el combate y también regresar, no siempre a todos.
Esa fue su primera experiencia laboral en la ciudad, oportunidad en la que conoció mucha gente y también la idiosincrasia de aquel pueblo que había elegido y su gente. También en aquel tiempo cumplió tareas como administrativa de la Asociación Rural que por entonces funcionaba en la Oveja Negra y participó en los primeros pasos de la incipiente organización de la oficina de Defensa Civil dentro del Municipio.
Pero con el tiempo surgió la interesante oportunidad de ingresar a LRA24 Radio Nacional Río Grande, la propuesta era ser Redactora y por eso se sintió a gusto, pero también Locutora, tarea que iría construyendo con el tiempo. “La radio transmitía las veinticuatro horas y salvo durante las horas de la madrugada, la producción era propia. Se trabajaba por turnos de seis horas y las mujeres nunca eran designadas para el turno de la madrugada. En ese horario se conectaba con la emisora matriz LRA1 en Buenos Aires” recuerda.
Este nuevo desafío fue asumido por Graciela con entusiasmo y ganas de aprender. “Aprendí mucho de una inmensidad de temas y de todos con los que compartí aquellos años”, dice. Produjo un programa con su querida Caty Fava, primero e íntegramente dirigido al público femenino, que se llamó ¨Entre nosotras¨, una linda idea que convocaba a buscar información fresca e interesante para ellas. También desarrolló ¨La Canción de Buenos Aires¨, un programa tanguero que resultaba una manera de rememorar más que nada la cultura familiar plagada de la música del dos por cuatro y sus intérpretes más que a la gran ciudad, - a la que nunca extrañé- comenta Graciela. Otro programa que desarrolló y que le hizo conocer una tierra nueva e interesante fue ¨Tierra de duendes¨ en el cual la mitología de Chiloé y la cultura de esa gran isla, resultaba y resulta un tema que siempre le interesó a Graciela. Todo esto más allá de los turnos cotidianos en los que fue conociendo a muchas personas y personalidades que llegaban a Río Grande para conferencias, shows, espectáculos o simplemente de paso, porque recuerda que eran tiempos en los cuales la única emisora de radio local era Nacional y rescata especialmente la tarea humanitaria y social que se cumplía con el espacio de “Mensajes al poblador rural” por donde se anunciaba a la gente del campo todo tipo de feliz o triste acontecimiento vital siendo la radio la voz que en las lejanías de la Isla, unía a todos.
Trabajó en radio nacional por casi 10 años, hasta que fue alcanzada por la recordada “Revolución productiva” que la dejó en la calle junto a otras once familias de la radio.
Radio Nacional le permitió aprender un montón, fue una tarea que disfrutó y amó, valora a cada uno de sus compañeros de aquellos años y recuerda con mucha emoción a quienes prontamente se adelantaron en el camino. “Hoy, con los que seguimos por aquí, con solo vernos sabemos cuánta fraternidad nos une desde aquel entonces”. Y cuenta cuando pasa por la vereda de Nacional y pasados tantos años, la nostalgia vuelve a aparecer, nunca le resultará fácil minimizar el recuerdo del día en que llegó a tomar su turno y el director le negó el ingreso preguntándole: “Usted no recibió un telegrama hoy?”, esta fue la dura e inentendible forma en que se enteró de su desvinculación. “Los tiempos disfrutados allí, mis amigos hoy, haber sido parte de la transmisión del Gran Premio Mujeres Fueguinas, una carrera automovilística íntegramente de principio a fin hecha por las mujeres, entre otros tantos lindos acontecimientos, son para mí una bella historia para contar”, dice Graciela agradecida.
Entonces un nuevo desafío se presentaba ante ella. Comenzó a desempeñarse como locutora para producciones publicitarias y programas audiovisuales. El programa de televisión “Documento Semanal¨, que contaba la historia de Tierra del Fuego y Río Grande la tuvo siempre como protagonista detrás de cámaras la mayor parte del tiempo, en la producción y locución. Una experiencia que aún hoy los vecinos de aquel tiempo le siguen reclamando según nos cuenta.
Pero más allá de trabajar particularmente como productora, Graciela seguía en la búsqueda de trabajo y especialmente seguía en la búsqueda de cumplir con aquella vocación que pedía concretarse desde que era chica.
En 1997 Ingresa al Colegio Don Bosco como asistente de la Secretaría, luego asumiría como secretaria. Pudo estudiar una carrera docente en el ISES, fundado por el queridísimo salesiano Miguel Bonuccelli.
Tuvo a cargo diversas cátedras y roles, siempre en el nivel secundario y luego asumió como Coordinadora del Ciclo Polimodal, viviendo esa transición del cambio de la Ley de Educación. Una de las actividades más lindas y productivas que recuerda fue la de acompañar al MJS, el Movimiento Juvenil Salesiano, en el que se desarrolla de manera especial la predilección por los jóvenes.
Fueron casi dieciocho años de servicio en el Don Bosco hasta que, a fines del 2011, desde la Inspectoría Argentina Sur, el Inspector -luego elegido décimo sucesor de don Bosco y actual Cardenal Ángel Fernández Artime- y su Consejo, le proponen otro gran desafío: ser la directora general de Obra de la Misión y Escuela Agrotécnica Salesiana de Río Grande. Al principio lo dudó y no por las responsabilidades intrínsecas y múltiples del lugar, sino porque esta oferta se constituía en algo realmente grande, en especial a nivel personal y más conociendo la especial historia salesiana en estas latitudes.
Y uniendo el hilo de oro que comunica el cerebro y el corazón ella pensaba en la Misión Salesiana, considerada tierra sagrada por la Congregación luego del originario Valdocco, donde el sueño de don Bosco en favor de los niños y jóvenes más vulnerables se concretó; en los Salesianos que llegaron aquí y se quedaron desde finales del siglo XIX, en las Hijas de María Auxiliadora, chicas que con una veintena de años, venían de vivir en Turín, sede del reino de Italia y optaron por quedarse en la Misión, teniendo casi nada, a veces ni siquiera leña, comida y en un ambiente hostil pero, con un corazón abierto al otro y todos convencidos de que ésta era la tierra en la que debían trabajar.
Cuando surgió la propuesta, Graciela se sintió entusiasmada por la confianza que sus superiores le demostraban, pero como los desafíos siempre le gustaron, lo pensó durante el mes de plazo que le dieron para responder por sí o por no y finalmente, la respuesta fue un sí. Hoy reflexiona: “Cuánta vida y cuánto aprendizaje hubiese desaprovechado de no aceptar”.
La Misión Salesiana no solo es escuela, es capilla, museo, santuario, es campo, acá y en San Sebastián y tiene una gran multiplicidad de actividades: el ganado vacuno, lanar, los tambos, la quesería, el criadero y matadero de cerdos, la producción de forrajes, la interacción con la gente del lugar y del país y el mundo y tantísimo más; así lo entendía ella. El desafío no le iba a ganar, si hubiese desistido se iba a arrepentir toda la vida: de conocer a los estudiantes y sus familias, aprender sobre el trabajo, trabajar en muchos de ellos, proyectar un día a día y un futuro ansiado siempre como mejor. La propuesta y el compromiso fue por tres años y estuvo seis, dos gestiones.
En ese tiempo y junto a la suma de voluntades de muchos profesionales, educadores, jóvenes, autoridades, logró llegar a poner a la Misión en el programa Caminos y Sabores en la Exposición Rural, alcanzar sellos de calidad para productos elaborados allí, se proveyó de audio guía al Museo Monseñor Fagnano, se llevaron adelante obras importantes de remodelación y modernización de los tambos y la quesería en colaboración con una línea de ayudas del gobierno alemán especialmente comprometido con los Salesianos, se propició la participación de los jóvenes estudiantes y futuros Técnicos Agropecuarios en cuanto concurso y experiencia práctica hubo, son pequeños hechos concretos entre muchos otros. Ser directora de Obra de la Misión fue una experiencia preciosa que aun extraña y guarda en su corazón. Función que ocupó hasta su jubilación.
Del 2008 al 2011 fue seleccionada para una formación en Salesianidad en Quito, Ecuador, sede del Centro Salesiano de Formación Permanente América. Fueron cuatro años especiales, allí fue durante un mes, tres años seguidos a cumplir con el plan de estudios y en el cierre, un mes a estudiar a Turín, recorriendo y conociendo en el Piamonte, uno a uno todos los lugares en los que don Bosco vivió y desarrolló su Obra. “Otro regalo inmenso por el cual doy gracias cada día”, dice Graciela.
Durante la Pandemia, desde el Centro en Ecuador, idearon un proyecto precioso de formación docente virtual y convocaron a algunos exalumnos, entre ellos a Graciela, encarando así otro desafío, ahora desde la posibilidad de las nuevas tecnologías. Hoy, forma parte del equipo de formadores del Centro de Formación Permanente América, encontrándose semana a semana en un lugar privilegiado con asistentes de todos los países de América Latina y el Caribe.
Graciela viajó en varias oportunidades a visitar a la familia en Italia, y dice que siempre vuelve maravillada porque “Puedo comprobar en cada visita que fueron pocos los que encararon el cruce del Atlántico, como mis abuelos y muchísimos los que continuaron sus vidas, hoy ampliamente multiplicadas, en la zona del precioso Véneto”.
También su familia fue creciendo, sus hijos Diego, Melisa y Guille se fueron a estudiar las carreras universitarias que eligieron y pudieron cumplir, hoy son profesionales que, habiéndose formado, dedican sus conocimientos con entusiasmo y capacidad, en bien de la gente y la comunidad de Río Grande, cada uno en lo suyo.
“Lo más importante a esta altura de la vida dice Graciela: es comprobar que la vida fue haciéndome preciosos regalos, cada desafío fue por un bien más grande y lo mejor fue la llegada de mis nietos. Seis en total, más la familia ampliada y las personitas especiales que guardo en mi corazón, lleno de nombres a lo largo de los años”.
Otro tema importante para ella son las amistades que atesora, algunos desde que llegó a la ciudad y que hoy considera parte de su familia. Todo creció desde aquel 1981 al ritmo de Río Grande, creció la familia, crecieron las ofertas laborales, creció como persona y profesionalmente.
Tiene el corazón partido, en cuanto a con qué se siente más identificada: la radio para Graciela se convirtió en una pasión para siempre, pero, si tiene que elegir, elige la docencia también siendo fiel a su vocación. “Desde la perspectiva salesiana no se trata simplemente de cumplir con un trabajo, con una obligación, estás en una sinergia que acompaña la vida que crece en cada estudiante y eso es irremplazable, saber que, con tu presencia, con una sonrisa y una mirada de comprensión, con un abrazo, se puede fomentar la autoconfianza, las ganas de sentirse bien, es abrirles un mundo nuevo de potenciales posibilidades”. Graciela está convencida como educadora y eso trató de compartir entre sus pares que “Hay que estar atentos y tener mucho cuidado con los jóvenes y los niños, no sabemos de qué universo vienen hasta nosotros, qué vidas traen con ellos”-.
Desde siempre supo que su vida iba a ser interesante y movida, porque siempre le gustó trabajar y aprender. Es lo que le enseñaron desde niña, es perseverante y optimista. No se imaginaba de chica el recorrido que la llevaría a pasar por tantos lugares y experiencias, pero si se imaginó vivir una vida hermosa porque desde que llegó, le encantó Río Grande, con sus pocas casas bajas, la estepa interminable, el viento implacable, las calles de tierra y el encanto del mar, el río y los amaneceres y atardeceres incomparables. Siente profundamente que la vida, a pesar de algunas tristezas, la premió siempre.
Se siente orgullosa de su familia, de los equipos con los que compartió y comparte todas sus actividades, porque los logros, para disfrutarlos, siempre deben ser compartidos. Se siente feliz por haber tomado la valiente decisión en el año 1981 y con un bebé en brazos, de haberse subido a ese avión para llegar a Río Grande, dejar a sus viejos, a sus hermanos, sus grandes amores, porque después los amores se multiplicaron y siguen creciendo y aportando nuevas vivencias y aventuras a su presente.
Formó parte del primer grupo de entusiastas que jugó al Pádel en los años ´90, ahora participa en Newcom, una disciplina de vóley adaptado a adultos mayores, espacio deportivo y de convivencia social espectacular.
“Estar en el Centro Deportivo o en la Casa de la Cultura, de la cual presencié su inauguración, me da esa sensación de estar en casa, ambientes y recuerdos que junto a tantos otros que fueron sucediendo en el crecimiento de la Ciudad, guardo dentro de mí”. Haber sido la presentadora del libro de los Cien años de Río Grande, por ejemplo, en la Casa de la Cultura fue otra experiencia distintiva e inolvidable. “Preciosa en todo sentido” nos dice.
Satisfecha de haber cumplido la aventura de caminar nuestros hermosos paisajes y de haber subido a las montañas, conocerlas, admirar desde allí la belleza superior de la Tierra del Fuego, disfrutar de la Naturaleza con amigos y con la familia, actividades únicas en un lugar único que las personas de todo el mundo sueñan con conocer y que nosotros tenemos al alcance de la mano. Otro logro que disfruta.
Para Graciela es muy gratificante encontrarse con tantos exalumnos o saber que están cumpliendo sus sueños de juventud: profesionales, deportivos, profesionales.
Si volviera al pasado y se cruzara con ella misma, se diría que no dude ante las encrucijadas que serán muchas, porque en ocasiones la duda asoma y puede que te sientas insegura y es lógico, pero le diría que no dude, que vaya siempre adelante, que ella será capaz de superarse, que los sueños se cumplen, que esa chiquitita que miraba el globo terráqueo y pensaba en Tierra del Fuego, finalmente la descubrió. Y de una manera que la hace sentir con la misión cumplida.
En ámbitos que en la mayoría aún hoy siguen siendo masculinos, siempre supo ocupar su lugar y supo defenderlo, ponerle valor. El mayor desafío a nivel laboral fue sin dudas el de la Misión Salesiana, porque era la primera vez que una mujer laica ocupaba el cargo de directora general de Obra. Pero siempre se sintió segura de sí misma, acompañada y capaz de hacer mucho por la Institución, especialmente por el futuro de los jóvenes.
Hablar sobre Río Grande, le resulta conmovedor: “Todavía hay gente de Argentina que no sabe dónde queda”. Río Grande es su lugar en el mundo, el lugar que le encantó desde que llegó, que finalmente le dio la oportunidad de ser docente, que le enseñó a amar la naturaleza asombrosa, que le cumplió su sueño de vivir muy cerca del al mar, que le dio hijos, nietos y familia maravillosos, un lugar lleno de amigos, al que considera un lugar siempre invadido por la calidez de la vida. Una vida por la cual, se siente agradecida y en paz.
Se define ante todo mamá, abuela, educadora; es una mujer que siempre se animó a más, con la certeza que le iba a ir bien, siempre fue muy optimista. Una mujer que ama a sus amigos, que le encanta vivir acá, que le encantaría seguir haciendo cosas. Le queda pendiente siempre seguir siendo útil al otro, estar disponible para quien necesite lo que ella puede ofrecer. Una mujer siempre dispuesta a decir que si las propuestas y desafíos.
En Río Grande le tocó ser esa mujer primera en algo, primera secretaria del Intendente, primera directora laica de una obra salesiana. No son títulos, pero desde la perspectiva de género estuvo bueno, porque generó un precedente que continuará desarrollándose en el tiempo.