Anne MacKaye Chapman
Antropóloga y etnóloga franco-estadounidense que convivio y estudio al pueblo Selknam

Anne Chapman nació en Nueva York en 1922, en el seno de una familia progresista que marcaría el rumbo de su sensibilidad. Su madre era escritora y su abuelo, MacKaye, un político ligado al movimiento por la conservación de la naturaleza. Desde chica, creció rodeada de ideas sobre justicia social, pueblos originarios y respeto por el mundo natural. Ese espíritu la acompañó siempre.
Aunque hizo gran parte de su carrera en Francia y estudió y se formó con Claude Lévi-Strauss en la École Pratique des Hautes Études en París, bajo cuya dirección también realizó parte de su formación doctoral. En 1957 fue admitida como investigadora en el prestigioso Centre National de la Recherche Scientifique (CNRS). Pronto se alejó del estructuralismo puro, si bien admiraba a su maestro, Anna sentía que la vida real de los pueblos indígenas no podía reducirse a esquemas abstractos. Prefería escuchar sus historias, registrar sus cantos y compartir sus silencios. Registrar una antropología viva y cercana.
Durante décadas se dedicó al estudio de comunidades indígenas que estaban desapareciendo. En Honduras convivió con los Tolupanes, y aprendió fragmentos de su lengua para poder hablar con los ancianos. En nuestra provincia, Tierra del Fuego, grabó los cantos en lengua selk’nam, entabló un vínculo con los chamanes y recopiló sus recuerdos.
Sus investigaciones comenzaron en la década del 60’ en Francia, y en 1964 partió en una misión al sur de Chile dirigida por Claude Lévi-Strauss y bajo la invitación de una arqueóloga en la zona, Annette Laming-Emperaire, para estudiar las etnias australes que entonces se creían extintas.
Anne nunca se proclamó feminista, pero sus escritos están profundamente atravesados por el rol de las mujeres en las culturas que investigó. A Lola Kiepja, mujer selk’nam que vivió en la tradición completa de su pueblo, no solo la retrató como informante, sino como una voz espiritual, poderosa, lúcida y profundamente humana. En uno de sus poemas más conocidos, la comparó con la luna: misteriosa, cíclica, fuerte y luminosa.
A lo largo de su vida, Anne no solo escribió libros, también filmó documentales, grabó rituales, recopiló cantos y trabajó con imágenes, algo poco común para una antropóloga de su tiempo. Para ella, todo era parte del mismo gesto: preservar una memoria.
Años más tarde, contaría que muchas veces se sintió como una extranjera acogida con generosidad por quienes no tenían nada que ganar con su presencia.
Uno de los momentos clave de su vida fue cuando, en 1964, conoció a Lola Kiepja, mujer selk’nam que vivió la tradición completa de su pueblo. De ella escribió con profunda admiración -Lola me causó una gran impresión, sobre todo por haberse sobrepuesto a las tragedias que había vivido y también por su risa espontánea y su expresión seria y penetrante-.
En sus investigaciones, Chapman buscaba reconstruir no solo datos etnográficos, sino el mundo espiritual, emocional y simbólico de estos pueblos. Por eso decía -me preguntaba si una descripción etnográfica sería capaz de abarcar una sociedad como la selk’nam-.
Realizó también trabajo de campo con los pueblos tolupanes en Honduras, sobre los que escribió en su libro Les Enfants de la mort violente. Su enfoque siempre estuvo motivado por una profunda conciencia ética y una visión crítica del colonialismo.
Anne Chapman conoció y trabajó estrechamente con las mujeres selk’nam, especialmente con Lola Kiepja y Angela Loij.
De Lola escribió -se identificaba plenamente con su cultura y, aunque podía expresarse en español, prefería hablar su propio idioma, era de una excepcional riqueza: apasionada, inteligente, sensible, y destacaba que -poseía un profundo conocimiento del misticismo y la mitología de su pueblo, siendo ella misma xo’on, o sea, chamán: una chamán selk’nam-.
Chapman compartió muchas jornadas con ella y describía su vida cotidiana -había vivido sola durante años en la reserva, en chozas de madera, cocinaba sus comidas, recogía leña, buscaba agua y realizaba otros quehaceres. Aunque -no le parecía bien la idea de darse un baño, se lavaba las manos y la cara varias veces al día-. Su ropa favorita era una chaqueta de hombre porque -tenía diez bolsillos, por dentro y por fuera, y esto le encantaba-. Lola fue iniciada como xo’on por su familia materna -durante esos años su madre y algunos tíos maternos chamanes (xo’on) la preparaban para que ella también fuese xo’on-. Y ella misma relataba que -el espíritu de su tío la penetró como el filo de un cuchillo-, dándole poder sobrenatural en un sueño.
También registró la manera en que Lola preservaba su historia y su dignidad -cuando yo la peinaba, a veces se miraba de muy cerca en el espejo y riendo decía -yo úlichen(yo linda), o fruncía el entrecejo diciendo yippen, yo vieja (fea). Lola recordaba junto a Anna; la epidemia de sarampión de 1924 con una frase desgarradora -muertos, muertos, muertos. ¿Cuántos muertos? No sirve el Koliot-xo’on [el médico blanco]. El cementerio está lleno. Tanta gente murió. Todos los días; todo el día muertos vienen, vienen en camiones llenos de muertos, mujeres, chicos-.
Según la investigación realizada por Anna, la ceremonia del Hain, las mujeres eran parte esencial, aunque subordinadas a un orden simbólico masculino -shoort era muy mañoso con las mujeres-, decía Lola, refiriéndose a uno de los espíritus representados en la ceremonia. Pero también hablando de estos espíritus y de las travesuras de algunos de los paisanos durante la ceremonia, se reía hasta que las lágrimas aparecían en sus ojos. Al final de su vida, Lola le confió un encargo: una canasta tejida por sus propias manos; -en ese momento la puso en mis manos y me pidió que se la diera a ‘nuestro patrón’-.
Chapman también escribió sobre Angela Loij, diciendo, -fue de madre y padre selk’nam-, y sobre todo gracias a Angela, Anna pudo continuar su estudio de la cultura selk’nam, después de la muerte de Kiepja. Angela fue una fuente inagotable de relatos y traducciones, según Anna, Angela tenía un mundo de recuerdos de su cultura milenaria.
Otras mujeres aparecen mencionadas en registros fotográficos: Elih, madre de Lola; Cecilia, su hija; y Adela, su sobrina. También aparecen anónimamente evocadas en las historias de epidemias, batallas, desplazamientos y ceremonias, como aquellas señoritas, mujeres grandes no casadas todavía, que murieron por las enfermedades traídas por los blancos.
En su poema En memoria de Kiepja, Chapman entrelazó a Lola con la figura de la Luna, símbolo femenino por excelencia en la mitología selk’nam:
Siempre que miro la luna veo la cara de Kiepja.
Kiepja la más anciana de los últimos selk’nam.
Aquellos que desaparecieron o murieron
o que fueron matados hace ya cien años
en Tierra del Fuego.
La oigo cantando a la luna, “Kreeh”,
imitando el llamado del águila
mientras su espíritu se eleva en la noche
para rendir homenaje a la luna.
Luna la potente, temible matriarca
vencida por los hombres, aliados del Sol.
Derribada, golpeada por el Sol, huyó al nocturnal vacío.
Luna aliada de las mujeres.

Luna temperamental, estéril por falta de hombres.
Luna furiosa y vengativa en eclipse.
Luna menguante, humilde y fugitiva
delineando sus oceánicos confines.
Luna creciente, preñada con la fuerza de cósmica gravitación
dueña de las turbulentas mareas.
Luna llena de la gloriosa hermosura de los cielos nocturnos
empapando la Tierra con su suave, apaciguante resplandor.
Luna retirándose a su secreta morada
sólo para reaparecer súbitamente
como una delgada, furtiva insinuación.
Kiepja, cuya vida fue semejante, tan semejante,
al ciclo de la luna;
tímida, creciendo en pasión,
llena de impulso magnético, deseo e intelecto
entonces lentamente decreciendo
aunque siempre en simétrica armonía.
Así, las mujeres selk’nam aparecen en la obra de Chapman como memoria viva pero también como fuerza espiritual, transmisoras de saber, madres, chamanas, cantoras..
Chapman dejó como legado varios documentales que fueron premiados, fotografías y discos compactos que recuperan los rostros, así como los rezos, cantos, mitos y otros géneros de la tradición oral de las etnias que estudió, en éstos, como ella mismo dijo - si los jóvenes quisieran volver los ojos hacia el pasado de sus mayores, podrían encontrar sus voces y su memoria-.
Los selk’nam. La vida de los onas (Tierra del Fuego) Primera edición: 1977. Emecé Editores, Buenos Aires. Este libro recoge los resultados de más de una década de trabajo de campo con los últimos descendientes selk’nam. A través de relatos orales, reconstruye su modo de vida, sus costumbres, su visión del mundo y la transformación sufrida tras la llegada de los europeos.
Fin de un mundo. Los selk’nam de Tierra del Fuego. 2003. Fundación América / Taller Cuerpos Pintados, Santiago de Chile.Esta obra recopila ensayos, testimonios, guiones, poemas y reflexiones personales de Chapman. Incluye documentos inéditos, fotografías históricas y grabaciones de cantos, y constituye un homenaje a las mujeres selk’nam con las que trabajó, especialmente a Lola Kiepja y Angela Loij.
Lola Kiepja, chamán selk’nam de Tierra del Fuego. 2003. LOM Ediciones, Santiago de Chile. Este libro está dedicado íntegramente a la figura de Lola Kiepja, última mujer que vivió la cultura selk’nam en plenitud. Chapman reconstruye su vida, su rol como chamán (xo’on) y su legado espiritual y cultural.
Hain. Ceremonia de iniciación de los selk’nam de Tierra del Fuego. 1982 (1.ª ed. en inglés), 2008 (ed. en español) Cambridge University Press / Ediciones LOM. Estudio exhaustivo sobre la ceremonia del Hain, el complejo ritual de iniciación masculina de los selk’nam. Incluye análisis de máscaras, mitología, estructura social y simbolismo, con base en registros orales y visuales recolectados por Chapman.
La isla de los Estados: expediciones a un confín de la Tierra 2006 LOM Ediciones, Santiago de Chile. Crónica de sus exploraciones en la Isla de los Estados, en busca de vestigios del paso de los yámana. Aunque de corte más exploratorio, forma parte de su corpus fueguino y extiende la mirada sobre los pueblos originarios del extremo sur.
El pueblo Ona: vida y muerte en Tierra del Fuego. 1977. Dirección: Anne Chapman y Ana Montes. Producción: CNRS (Centre National de la Recherche Scientifique), Francia. Español (con entrevistas originales) Aprox. 55 minutos. Este documental reconstruye la vida, el pensamiento, la espiritualidad y la desaparición de los selk’nam (mal llamados “onas”) a través de testimonios de los últimos sobrevivientes, especialmente Angela Loij, y registros de Lola Kiepja. Incluye cantos rituales, imágenes de Tierra del Fuego y narración etnográfica. Considerado uno de los únicos registros audiovisuales auténticos sobre la cultura selk’nam desde una mirada cercana y respetuosa.
Rituales y cantos de los pueblos indígenas de Tierra del Fuego (material disperso no siempre editado en forma de película) Años 1965–1970 Anne Chapman grabó audios y registros visuales de: Cantos del Hain (ceremonia selk’nam) Lamentos fúnebres. Relatos míticos contados por mujeres. Estos materiales no siempre fueron editados como películas, pero se encuentran disponibles en archivos como: Musée de l’Homme (Francia)CNRS audiovisual collections. Fundación América / Taller Cuerpos Pintados en Chile
Chapman también participó en la preparación de guiones y notas para cortos y presentaciones audiovisuales sobre los yámanas y los haush, aunque no los dirigió directamente. Algunos fragmentos de esos materiales fueron incorporados más tarde en exposiciones o libros interactivos.
Anne visitó por ultima vez nuestra ciudad en el mes de julio del año 2017. Estuvo acompañada de Carlos Ratier, Margarita Maldonado y Leda Soto, fue a traves de una convocatoria realizada por Patricia Cajal por internet. El encuentro se realizó en el Centro Cultural Yaganes frente a una multitudinaria concurrencia.
Anna Campman fue sin duda la extranjera más cercana al pueblo selk’nam. Gracias a sus estudios y al tiempo que le dedicó a este pueblo originario es que contamos con mucha de la información recopilada sobre sus costumbres y creencias.
Quienes trabajaron con ella destacan su capacidad de adentrarse en otras culturas a través de la cercanía, la confianza y el interés genuino por el otro. En el año 2005 Chapman recibió la Orden Gabriela Mistral, otorgada por el gobierno chileno al mérito docente y cultural. “No se puede conocer la cultura sin la visión femenina”, dijo la antropóloga a Rosario Mena en una entrevista concedida en 2008.
Murió en París el 12 de junio del 2010, a los 88 años. Dejó una obra profundamente comprometida, que va más allá de la antropología clásica para convertirse en un testimonio humano, político y poético.
