Lucila Apolinaire
Mujer de campo, docencia y arte. Primera Mujer presidente de la Asociación Rural de Tierra del Fuego

Lucila Apolinaire nació en Buenos Aires, a los quince días de nacida, llegó a Tierra del Fuego, donde vivío con sus padres y su hermana, en la estancia María Behety, donde trabajaba su padre; en un entorno que marcaría para siempre su identidad: el campo -qué lindo para un chico criarse en el campo- piensa Lucila -lo que uno lee en los libros de biología, plantas, naturaleza, flores, yo lo viví-. Vivir en el campo, cuenta, es aprender día a día, y para ella Tierra del Fuego sigue siendo, hasta hoy, su lugar en el mundo. Tierra del Fuego es su lugar, a pesar de las inclemencias del clima y el viento. Recuerda un día de julio en vacaciones de invierno trabajando dos horas en el jardín, aprovechando un poco de sol, con la naturaleza marcando su vida.
Para Lucila, vivir en una estancia tan grande como María Behety se parecía mucho a vivir en un pueblo: contaban con todos los servicios básicos, algo que no ocurría en otras estancias, donde era necesario gestionar diariamente la luz, el agua, el gas y las comunicaciones.
En su infancia en el campo, aprendió sobre procesos naturales, y desde chica aprendió de su madre el arte de la jardinería; también a cosechar frambuesas silvestres, buscar verduras en la quinta y a organizar la vida diaria, como ir a la proveeduría a buscar azúcar. Siempre fue así: organizarse para bajar al pueblo y comprar lo necesario. Colaboraba en la casa, el jardín, la quinta y también en el trabajo con ovejas. Recuerda dar de comer a corderos guachos, ayudar en los corrales y compartir tareas con su padre y los trabajadores de la estancia. Más grande, con las ovejas ya no, pero conservó esos recuerdos que consideró un plus entre la vida del campo y la ciudad.
Ese contacto desde chica le enseñó sobre ciclos naturales, paciencia y tiempos que no se pueden apurar. En el invernadero de su casa, por ejemplo, aprendió que las plantas tardan, que a veces las heladas queman la rúcula, que hay que volver a sembrar y esperar. Recuerda que cuando era chica, en el Río Grande de esa época, iban impecables a los desfiles cívico-militares, con medias congeladas y chocolate caliente, y los actos donde el batallón proveía chocolate para los chicos. Recuerda también espectáculos artísticos y culturales que llegaban a la ciudad antes y durante Malvinas, como cuando se construyó el SUM de los Yaganes ( hoy MFA, Museo de Arte Fueguino Niní Bernardello).
Le gustaba la combinación de campo y ciudad. Siempre fue sociable y le gustaba la cultura y el arte, aunque reconocía que en el campo muchas veces no podía compartirlo con otros. No tuvo rechazo hacia la llegada de nueva gente por las fábricas, porque sabía que muchos trabajos y escuelas crecieron gracias a eso.
Durante la infancia, iba tres veces por semana a la escuela primaria, en el colegio María Auxiliadora de Río Grande, a 17km de la estancia; con recuerdos muy lindos de ese tiempo y la libertad que le daba vivir en el campo. Recuerda que en invierno los caminos se volvían difíciles, pero los veranos hacían más llevaderos los traslados, es por ello que hasta cuarto o quinto grado siguió de esa manera. Vivían en la estancia y recién en séptimo grado se mudaron a Río Grande. Hizo el primer año del secundario en el colegio Don Bosco y en segundo año sus padres decidieron mandarla a un colegio pupilo en la provincia de Buenos Aires, un colegio inglés. Allí recibió una excelente educación, aunque lejos de su tierra; Tierra del Fuego. En ese tiempo, la familia vivía en la estancia San Luis. Siguió estudiando en Buenos Aires y eligió la carrera de Ciencias Políticas en la Universidad del Salvador. A fines del año 1994, volvió a Tierra del Fuego.
Trabajó primero en Lenga Patagonia, una empresa forestal norteamericana, después en un instituto de inglés y en el colegio Don Bosco, donde aprendió a dar clases sin ser docente de formación, aplicando siempre el sistema preventivo de Don Bosco, gracias a grandes compañeros y maestras que tuvo. También trabajó en María Auxiliadora, su escuela de la infancia. Dió clases de ciencia política, sociología, inglés, y con el tiempo trabajó en el CIERG (Colegio Integral de Educación Rio Grande), donde fue directora de inglés y docente distintas materias en inglés. Siempre siguió estudiando, incluso arte, algo que la apasiona. Su vocación docente nació mientras estudiaba en Buenos Aires, dando clases de inglés para juntar unos pesos. Trabajó en el Senado de la Nación con ¨Nene¨ Martínez durante tres años, en un programa para jóvenes fueguinos, y después seguía dando clases particulares. Siempre le gustó relacionarse con la gente, aprender y enseñar.
En el año 2022, decidió dejar su trabajo seguro en la escuela, para mudarse definitivamente al campo, junto a su esposo Carlos —con quien lleva más de 30 años de casada—; y a los jóvenes Francesco, su hijo y Maite, su pareja; allí viven y trabajan . Crían algunas pocas ovejas para mantener la tradición y la historia, crían vacunos y hacen turismo rural.
Ese mismo año 2022, volvió a ser elegida presidenta de la Asociación Rural de Tierra del Fuego, y en 2024 nuevamente. A partir de 2022, por primera vez en la historia de la institución, la comisión directiva quedó encabezada únicamente por mujeres.

Lucila participó en la Asociación Rural primero como parte de la comisión juvenil y después más activamente desde el 2010, acompañando a distintos presidentes. En 2014, Lucila asumió la presidencia de la Asociación Rural de Tierra del Fuego por primera vez, convirtiéndose en la primera mujer en liderar la institución fundada en 1937 -no soy una feminista fanática, pero era un ambiente pensado para hombres- recuerda. Tomó el desafío como un reconocimiento a las mujeres del campo, a aquellas que trabajaron y siguen trabajando para sostener los establecimientos familiares y acompañar a sus esposos, o incluso solas -me crié en el campo y esto es hacer algo más en el rol femenino, poder trabajar desde lo comunitario y social.
Fue así que Lucila fue presidenta durante dos mandatos en el año 2014 y 2015. Le dolía ver la pérdida de estancias y de la matriz productiva por los perros silvestrados, que destruyeron parte de la identidad y la historia de la isla. Quiso comunicar esa problemática y siente que lo logró a través de entrevistas radiales, prensa gráfica, internet y películas premiadas a nivel internacional. Reconoce que no logró cambiar la situación productiva, lo que le generó frustración, y sabe que en algunos lugares todavía cuesta que las mujeres participen en igualdad.
También participa en la fundación Voces Vitales, creada por Hillary Clinton, que en Río Grande trajo Marilina Henninger. Trabaja en jornadas de mentoreo femenino, donde mujeres mayores comparten sus experiencias con las más jóvenes, como una enseñanza ancestral. En esas reuniones participan mujeres muy diversas: investigadoras, gerentes de fábrica, la CEO de American Express etc. Le resulta muy enriquecedor. Lucila cree importante que las mujeres se acompañen, que busquen la equidad sin pisotear a los hombres, y que haya más mujeres en cargos directivos.
Se interesó siempre en la política, pensando desde joven en cambiar el país. En 2017 la llamaron del PRO y fue candidata suplente a diputada, acompañando a Tito Stefani. Recuerda que cuando estudiaba ciencia política soñaba con ser presidente. Hoy está desilusionada, cree que es difícil por la grieta, el clientelismo, la corrupción y la estructura rígida que no permite cambiar desde adentro. Lucila considera que los cambios reales pueden darse desde la educación o cargos ejecutivos, aunque a veces se pregunta si vale la pena intentarlo en política.
Pero Lucila Apolinaire no solo es dirigente y productora rural; también es una artista visual. Estudió una Diplomatura en Arte de los siglos XX y XXI del London Art College durante los años 2018/2019. En noviembre de 2019 expuso en el Salón Osde de Río Grande, la muestra/instalación en el género literatura de cordeles: Ropaalviento, resultado de una convocatoria colectiva realizada por Facebook sobre cordeles de ropa tendidos al viento.
Trabajo en aguada japonesa -sumi-é-, realiza libros de artista, también realiza intervenciones con bordado, fotografías y acuarelas. Su obra, nacida del silencio del viento y la soledad del sur, busca interpelar sobre la fragilidad del medio ambiente y el sentido profundo de la vida. Lucila siente que esta suturando silencios -bordar es sanar, reparar, unir con el corazón-.
Asimismo trabaja con libros de artista, en la Editorial Instantes Gráficos de la artista Carla Rey. Ha expuesto en el Museo Fueguino de Arte en sendas Exposiciones de Libro de Artista. En 2020 se sumó a Galería 2020 sin paredes, una galería virtual que trataba temas relacionados a la pandemia. Ha participado en la exposición virtual Pandémicos en el Lozza del Museo de Arte Contemporáneo Raúl Lozza en junio de 2021 y en la Muestra del Concejo Deliberante de San Isidro, Pcia. de Buenos Aires en octubre de 2021. . En 2021, su obra Noches pandémicas recibió la tercera mención en la 8ª edición del libro de artista del Museo Fueguino de Arte. En julio 2021 su obra El Viaje de arte postal fue seleccionada para participar de la exposición "Arte Postal" en el Centro de Arte Faro Cabo Mayor de Santander. Participó también de exposiciones de arte postal y de proyectos colectivos que recuperan la memoria histórica de Tierra del Fuego, especialmente los galpones de esquila, testigos mudos del paso del tiempo.
Este año 2025 expuso en el Centro Cultural Coreano, en un homenaje a Han Kang la Premio Nobel de Literatura 2024; también en Vestigios Fueguinos en la Casa Nacional del Bicentenario; y ahora en el mes de julio en ESEADE, todas estas exposiciones de la mano de la Curadora Mercedes Guanziroli, también fueguina.
En su trabajo artístico y en su vida como dirigente, Lucila defiende la importancia de caminar a la par de los hombres, de complementarse y trabajar juntos por un país más justo, donde no haya chicos con hambre ni ancianos olvidados.
A sus 53 años, sigue habitando el viento y la memoria de la isla, combinando la fuerza de la producción rural, el compromiso comunitario y el lenguaje silencioso del arte. Desde el corazón de Tierra del Fuego, Lucila Apolinaire continúa construyendo puentes entre pasado y presente, naturaleza y creación, memoria e identidad.
