Silvana Jesica Jimenez Millacura, Millacura Sur
Cantautora y primera artista de Río Grande en ganar en el Festival de Cosquín, rubro canción inédita

Silvana Millacura es fueguina, nacida y criada en Río Grande, Tierra del Fuego. Es la mayor de cinco hermanos, su padre Neftalí Jiménez oriundo de Puerto Montt y Silvia Millacura, de Castro; ambos migrantes chilenos, que se conocieron en la ciudad de Río Grande. De ahí viene la historia de "Millacura Sur", un apellido que con el tiempo se convertiría en el eje de su identidad.
Su infancia estuvo marcada por el trabajo y la necesidad -siempre mis papás re trabajadores y yo también de muy chica, me di cuenta de las necesidades de la casa-. Recuerda épocas en las que no había para comer y su familia, como muchas familias de Río Grande, salían a pescar al río para llevar alimento a la mesa, un oficio que traían en la sangre desde Puerto Montt y Castro. Esa vivencia forjó en ella una vida de trabajo y sacrificio -así yo entendí la vida, como de mucho trabajo-. Desde muy chica comenzó a trabajar, vendiendo en la calle, y a los 15 años ya estaba formalmente en el mundo laboral.
Ser la mayor de cinco hermanos conllevó una responsabilidad temprana -por ese motivo tampoco tuve la posibilidad de irme a estudiar-. La primaria la hizo en la escuela N°19 y la secundaria en el colegio Haspen. El arte siempre estuvo presente en su hogar. Su mamá cantaba con sus hermanas y grababan cassettes -con mis primos nos juntábamos y jugábamos a la radio y grabábamos cassetta, cantábamos todos-. La guitarra siempre estaba en la casa, invitándola a tocar y a crear.
Cuando terminó la secundaria, comenzó a trabajar en comercio y en fábrica, pero nunca abandonó su inquietud artística. Asistió a talleres y, de más grande, tomó clases de guitarra, canto y piano -a todos lados que iba, estudiaba-. Su camino de aprendizaje la llevó por Neuquén, Mendoza y Córdoba; donde en este último lugar se inscribió en una escuela de música -no lo pensaba como que iba a terminar la carrera, sino como que era lo que me aportaba para mi carrera musical-.
Un viaje que marcó su vida, fue el que emprendió para reencontrarse con sus raíces. Se fue a San Martín de los Andes y allí empezó su búsqueda de identidad. El apellido Millacura, durante la infancia y depúes en el trabajo le generó incomodidad, hasta que comenzó a develar su significado. Una amiga le sirvió de guía hacia su búsqueda y la conectó con la comunidad mapuche. Al asistir a una escuela mapuche donde le enseñaron a hilar y sobre su cultura, algo hizo click en Silvana -cuando las veo a ellas, a las mujeres mapuches, digo, guau! como que tenían formas de ser que eran como las mías. Se lloró todo, porque todo el tiempo era algo nuevo para ella. Poder reconocerse, y decir sí, soy Mapuche. Aprendió que Millacura significa “piedra de oro” y comenzó a reconstruir su historia -¿cómo lo negué tanto tiempo? se preguntaba.
En ese andar, la música fue su compañera y su terapia. Una de sus canciones más emblemáticas, “Esmeralda”, nació de un momento de profunda tristeza, tras ser víctima de un robo con violencia, en Córdoba; la apuntaron con un arma; pero a pesar de eso, dejó atrás un capitulo difícil y triste de su vida y decidio volver a Rio Grande. Compuso Esmeralda junto a Juan Ciovini en un viaje al bosque, y ella canta ¨No voy a llorar nunca más”. Esa canción, es un huayno con un inesperado rap en el medio; se convertiría más tarde en la canción que marcaría su vida.
Decidida a grabar un disco, se sumergió en la escritura y cuenta que varias canciones tienen que ver con la mujer. Se alquiló una casa en San Martín de los Andes, en pleno otoño, frente al bosque -no tenía nada en la casa, estaba solamente haciendo eso-. Con la ayuda de sus amigas de la montaña, empezó a armar el concepto de lo que quería transmitir.
De vuelta en Río Grande, casi sin planearlo, se anotó en el Pre-Cosquín -nos anotamos?- le preguntó a sus músicos, y fueron a la Casa de la Cultura el último día de inscripción y se anotaron; en el rubro solista vocal y en tema inédito, pasó todas las instancias ganando con “Esmeralda”. El viaje hasta Cosquín fue una aventura en sí mismo, haciendo dedo por la cordillera junto a sus amigos; Federico Buscemi y Gastón Speranza.

En el escenario mayor de Cosquín, ¨Próspero Molina¨ y frente a una multitud, sintió que cumplía un sueño. Cuando vió a toda la gente, dijo que eso era lo que había soñado. Ganar el Pre-Cosquín con su “huayno rap” fue una explosión de emociones -fue un montón de cosas, y de información que no me la esperaba para nada-. Las repercusiones no se hicieron esperar: entrevistas, propuestas y una invitación desde Buenos Aires que la sorprendió cuando le dijeron ¿Cómo que te vas a ir a la ruta a hacer dedo, después de que ganaste en Cosquín?.
De regreso a Río Grande, su recibimiento fue impensado para Silvana. Al abrir el telón en su presentación en la Casa de la Cultura, se derrumbó -ahí justo me puse a llorar, porque, claro, estaba cayendo recién con todo lo que venía haciendo-. Desde entonces, no ha parado de cantar.
Hoy, Silvana Millacura Sur, como eligió renombrarse artísticamente, trabaja incansablemente en su primer disco, que produce desde su casa. Combina su carrera musical con la enseñanza de canto, dejando una huella en los estudiantes. Su estética es tan única y poderosa como su historia y es cuidadosamente trabajada con su hermana Chio, que es artista visual y Miriam una vecina costurera,
Expresa sentirse orgullosa de la fuerza de voluntad y el coraje que tuvo para emprender sus proyectos, una determinación que admira en su yo más joven. Destaca específicamente la valentía que requirió tomar la decisión de viajar y moverse de forma independiente, un acto que considera más desafiante por ser mujer, debido a los riesgos potenciales que eso conlleva.
Le gustaría ser recordada por la fuerza de voluntad que demostró al crear música para las mujeres en una época compleja y dominada por una estructura patriarcal. Su legado ideal es que su trayectoria, marcada por su personalidad auténtica y su fuerza identitaria, sirva para inspirar a otras mujeres.
Silvana tiene un tatuaje de una luna creciente en su rostro, el cual tiene un profundo significado simbólico para ella. Explica que se lo hizo como una declaración de que nunca dejará de ser artista, representando su compromiso eterno con la música y su pasión por lo visual. Elige específicamente una luna en su fase creciente porque simboliza un periodo de crecimiento y expansión, reflejando su deseo de constante evolución y desarrollo en su arte. Además, el tatuaje tiene un valor personal y familiar, ya que fue su propia hermana quien se lo tatuó y quien también la ayuda con los vestuarios y la estética, lo que destaca la colaboración artística en su entorno cercano.
Desea que las mujeres que la recuerden se sientan impulsadas avanzar no solo en la música, sino en cualquier ámbito de sus vidas, a perseguir sus deseos y sueños sin ponerse límites y creer que todo es posible si se le busca la solución con determinación.
Al reflexionar sobre su trayecto, piensa en las mujeres que, como ella, buscan su lugar y su identidad. A las mujeres de Río Grande les deja este mensaje -está bueno darse el tiempo de encontrarse a una misma, tiene que ver un poco con la constancia, con eso que les gusta, que encuentren su esencia, y que lo puedas expandir cada vez más-. Enfatizando que el miedo no es una debilidad, sino una parte del proceso de fortalecimiento. Ella relata que, para seguir sus sueños, decidió enfrentar el temor a perderlo todo, incluso la vida, priorizando su propósito personal. Su consejo es que aprendan a escuchar el corazón y, especialmente, confiar en la intuición femenina. Silvana destaca que, cuando surgen dudas, es válido reflexionar, pero la clave es avanzar con determinación hacia los sueños, siempre guiadas por el amor.


