Yolanda Nelly Lizarraga

Gran luchadora con una vida familiar ligada al folklore

Nació el 28 de noviembre de 1941, en Simoca, provincia de Tucumán. Sus padres, ambos campesinos; el papá trabajó en la zafra (es el tiempo que dura el proceso mediante el cual se cosecha la caña y se fabrica el azúcar), cultivó caña de azúcar; la mamá tenía un local en la feria de Simoca, faenaba lechones y hacía chorizos, morcillas; la familia también cosechaba todas las verduras. Yoly tenía siete hermanos, mas tres hermanos de crianza -hermanos del corazón- decía su papá. Las actividades que hacía de pequeña eran: darle de comer a las gallinas, dibujar en un cuaderno con carbón que sacaba del fogón de la cocina. Su papá la mimaba mucho, recuerda que él se sentada en una silla, cruzaba sus piernas y ella se sentaba en el empeine de los pies y él la hamacaba.

Su abuela se llamaba Serafina y era artesana y tejía con telar, a Yoly le hacía gorritos de lana y ponchos y tenía por costumbre, trenzarle el pelo con un moño muy grande y almidonado; también le hacía los vestidos.

Recuerda que con sus hermanos jugaban a la pisa pisuela con a su mamá, y antes de dormir, era la hora de contar cuentos; momentos memorables para Yolanda, ya que eran once en total, con su papá y su mamá; los cuentos eran inventados por ellos. A Yoly le encantaba el relato del cuento de caperucita roja.

La casa en donde transcurrió su infancia era de ladrillo y techo con tejas, las habitaciones muy grandes y la cocina tenía un fogón a leña. Asistió a la escuela primaria Josefa Díaz, en Simoca; y en la iglesia nuestra Señora de la Merced tomó su primera comunión. Su mamá bailaba folclore y a ella le encantaba verla bailar y así aprendió a bailar, gracias a su mamá, además Yoly bailaba lo que sentía. Cuando termina la primaria, empieza la secundaria en Tucumán. Luego vivió en Buenos Aires con sus tíos, allí trabajó como enfermera, trabajo que le gustó mucho.

Conoció a Eduardo Balaguer a los 16 años, y se casó al cumplir los 19 años. Cuando ya había nacido su hijo mayor, Daniel, a su esposo lo trasladan a Tierra del Fuego y Yoly se vino con él. Recuerda que hacía mucho frío. Pero se volvió a Buenos Aires, porque acá en Río Grande alquilaban. En Buenos Aires nace su segundo hijo, Javier. Al volver a Río Grande, en el año 1978, le hacen entrega de una vivienda, que es en la que vive actualmente. Acá nace Cristian, su tercer hijo.

Su esposo Eduardo era recitador y ella, la bailarina. Fue así como entre juntadas y peñas folclóricas, organizó un grupo con Cacho Torres y ¨Pachequito¨. Con el grupo hicieron grandes peñas; Yoly hacía las coreografías de las danzas folklóricas, realizando también los vestuarios. En una oportunidad y por primera vez en Río Grande se presentó una pareja a bailar la danza tradicional ¨cuando¨, todo coreografiado por Yoly. Junto a Graciela Balverdi organizó el primer desfile de ponchos, por sugerencia de ella, un éxito tremendo y muy novedoso.

Yolanda siempre participó en los talleres de danzas folclóricas de la municipalidad de Río Grande, allí conoció a Viviana torrado y a Víctor Hugo Fernández. Sus hijos también empezaron a bailar folclore, sobre todo Cristian.

En un tiempo se trasladaron a Río Gallegos porque ellos eran los encargados del negocio ¨Casa Magallanes¨, y en Río Gallegos se abría una sucursal. En Río Gallegos trabajó como encargada de un hogar de menores en riesgo, y también junto a su esposo, abrieron ¨La casa del folclore¨. Allí vivieron siete años. Después volvieron a Río Grande para quedarse definitivamente hasta el día de hoy.

Yolanda terminó en Río Grande la carrera de auxiliar de enfermería, profesión que le había gustado mucho cuando vivió en Buenos Aires.

Pero su gran pasión siempre fue bailar folclore. Fue así como conformó el primer grupo de folclore de adultos mayores que se llamó ¨Albatros¨. Con el grupo logró ganar en dos oportunidades el ¨Festival de Cosquín del adulto mayor ¨ en la ciudad de Cosquín, provincia de Córdoba, festival que era organizado por PAMI (Programa de Asistencia Médica Integral). Con ¨Albatros¨ se presentaron en Cerro Sombrero, en escuelas de frontera, y en las escuelas de nuestra ciudad. También bailó muchos años con la profesora Viviana Torrado y con el profesor Santiago Soto. Participó jugando al tejo, representando a Río Grande en dos oportunidades, ganando en los juegos Evita. Viajó a Mar del Plata compitiendo en un concurso de folclore, bailando zamba. En el mes de noviembre del año 2020 ganó concurso en la disciplina pintura con los Juegos Evita, logrando el 1er premio representando a la provincia de Tierra del Fuego.

Asistió al hogar de día por mucho tiempo, realizando distintas actividades propuestas por esta institución. Forma parte del Centro de Antiguos Pobladores como socia.

En la de vida de Yolanda y en la de su familia hubo un antes y un después, su hijo Cristian que era oficial de policía fue llevado a juicio, y condenado a cinco años de prisión, por la muerte de una persona que estaba siendo perseguida, por haber infringido la ley.

El proceso judicial, Yoly lo sufrió mucho, como mamá y como abuela y su calidad de vida se vió deteriorada. Dejó de lado su vida y las actividades que realizaba para ocuparse de su hijo y sus nietos. Yolanda emprendió una campaña en apoyo a Cristian durante todo el tiempo anterior al juicio; organizó marchas, convocó a la prensa; además realizaba actividades para recaudar fondos para pagar a los abogados. Después de la sentencia, fue la propia Yolanda quien llevaba a sus nietos a la cárcel para que vieran a su papá. Yoly destaca y agradece la ayuda que recibió de la gente y de los cadetes para pagar al abogado, y el acompañamiento de los medios de comunicación, a través de las redes sociales, para difundir las marchas, los petitorios y la venta de empanadas y locros para cubrir gastos. Yolanda agradece eternamente a todos, con la frase- hoy son todos mamás, papás, e hijos de Cristián, por un Río Grande sin policías presos-.

Yoly dice que acá en Río Grande logró tener un montón de amistades, y tuvo la posibilidad de asistir a muchos talleres propuestos por el municipio.

Se siente agradecida por todo lo que Río Grande le dio y le sigue dando; sus hijos, nietos y amigos del folklore. Agradecida a la gente que siempre estuvo con ella en los momentos más difíciles y también en los buenos momentos.